domingo, 28 de febrero de 2010

Desde casa a Carabaña, ida y vuelta

¿Qué pasa "biciososos"?

Aviso 1: Léase esta crónica en tono jocoso o si no, no se lea

Aviso 2: Los hechos de esta crónica han sido convenientemente exagerados para que ésta tenga sentido

Aviso 3: Si no pillas el humor de alguno de los chistes no te preocupes; yo acabo de releer la crónica y algunos tampoco los he entendido; pero me daba pereza quitarlos.


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La cita era a las 8 de la mañana en Legazpi. El día después de la tormenta "ferpecta", vientos huracanados y esas cosas.

A las 6:52 me llega un SMS de Antonio que dice "Paso de huracanes. No voy". Cuando lo vi casi me vuelvo a la cama. El viento había soplado a conciencia durante toda la noche y prometía un día de bici "eólico". Todavía no se porqué pero decidí seguir a lo mío y salir de todas maneras.

A las 8 estaba en Legazpi por eso de comprobar si alguien más se había animado y por allí se presentó Roberto.

Roberto es el ciclista que en la crónica del 200 de Vicálvaro quedó descrito como "un ciclista (tampoco recuerdo su nombre) que rodaba en una reclinada hand made a partir de una btwin del Decathlon". Os pongo una foto para que os hagáis una idea.

La ruta sería cosa de dos. Un señor, con toda su barba, en bicicleta rara y yo en bici de montaña. ¡Vaya pareja!

El plan que yo había propuesto era una ruta estándar de Madrid a "San Marting" y luego vía verde del Tajuña. ¿Hasta dónde llegaríamos? Hasta donde nos diese tiempo. El plan era estar a las 13:30 en casa. Roberto también había propuesto un plan, pero después de comparar pros y contras nos decidimos por el mío. Nos permitía ajustar la distancia del recorrido en función del viento más fácilmente.

Va que nos podemos a rodar y apenas llevamos un par de kilómetros, todavía estábamos en la calle Antonio López, al ponernos en marcha, pongo fuerza en la pedalada y se rompe la cadena.

Yo sé que tengo fuerza en las piernas, pero esto no para tanto ¿no?

El caso es que yo sabía que esto podía pasar. Tengo una lista larga de circunstancias y disculpas que me justifican (o eso me digo yo para poder vivir conmigo mismo) pero el caso es que hacía quince días había lavado la bici en una gasolinera, con una pistola a presión y desde entonces la bici había dormido el sueño de los justos en el trastero. ¡Sin una gota de aceite en la cadena!

Fascinado como he estado (¿sigo estándolo?) con mi nueva bici, de carretera, la bici de montaña decidió vengarse y romper la cadena para hacerse notar.

Reparé la cadena con rapidez y precisión. Y aunque no quedó engrasada, el quitar un eslabón le vino muy bien. Ni un problema más en toda la ruta.

La cosa no se dio del todo mal. El viento soplaba de culo y eso hacía que rodásemos rápidos.

La subida a la Marañosa muy bien. Buen ritmo, pero sin matarse. Nos adelantó un ciclista en bici de montaña y va el tío y se queda a unos metros por delante de nosotros.

Vamos a ver tío. Si adelantas a alguien le adelantas y le dejas atrás. Si le adelantas y que quedas a unos metros pues eres una tentación.

De todas maneras como yo a Roberto no le conocía mucho me corté bastante. Yo seguí subiendo al ritmo que nos habíamos marcado conteniendo las ganas de saltar a por el imprudente.

Van pasando los metros poco a poco y la cosa no cambia. A mi, para que negarlo, me está empezando a salir el instinto competitivo y me cuesta contenerme. Doy un par de tirones, pero me contengo. Seguimos a pocos metros del ciclista.

Siguen pasando los metros y yo ya no puedo más. ¡Si es que esto no se puede aguantar!. ¡Vamos provocando... y claro, tenía que pasar!. ¡Que uno no es de piedra!. Como quien no quiere la cosa, guardando la compostura para que Roberto no tenga mala opinión de mi, hago un pequeño cambio de ritmo para alcanzar al ciclista. Gano terreno rápidamente y me pongo a su rueda. Deben de quedar 300 metros hasta la cima de la Marañosa.

Total, que me pongo a su rueda. Sin pedir permiso ni nada. El tío va y mira para atrás y no dice nada. Yo tampoco. Veo que no aumenta el ritmo y yo me quedo a su rueda. Pasan unos pocos metros y yo me siento bien y el tío sigue sin aumentar el ritmo.

¡Bah! Clase teórica. Decido unilateralmente que soy más fuerte que él, pero que no le adelanto para no quedar mal con Roberto que todavía no me conoce. Me dejo caer unos metros para volver a ponerme en paralelo con Roberto. ¡Uno cero y Zamora de portero!

Desde "San Marting" hasta Vallekillas el viento daba de espalda pero bien. Rodábamos a 33 km/h y sin esfuerzo. Como los profesionales. Claro que ya veríamos a la vuelta.

Paradita fisiológica (esta era la segunda) antes de la rotonda de Vallekillas y a subir que se ha dicho.

Al comienzo de la subida me dice Roberto. "Tu tira si quieres, que yo te alcanzo en la bajada". Yo le contesto en plan Jose Mota "Vamos a nuestro ritmo y luego yo ya si ya yo, y eso...". Que todavía hay que volver (eso lo pensé, pero no lo dije).

Coronamos Vallekillas y bajamos como balas. La velocidad más alta de todo el día fue en ese descenso. Eso de que el viento de de culo se nota.

A la entrada de Morata tuvimos un pequeño susto. A Roberto se le atascó la cadena y su bici se fue contra el guarda raíl. Un golpe en el costado de la pierna. Pero aparentemente nada serio.

Tomamos el carril del Tajuña y a rodar. Que sopla el viento. Un poco antes de Tielmes tomamos referencia para comparar con la vuelta. Rodábamos a 35 km/h y podíamos conversar. Madre mía que miedo da la vuelta. Nos acordamos de Antonio y nos dijimos que tampoco hacía tanto viento (lo que implica que nos estábamos diciendo que éramos unos campeones) y que se había perdido un magnífico día de ciclismo. Para mi que fue para conjurar nuestros miedos.

Hicimos un re-cálculo de tiempos y estimaciones y acabamos decidiendo que la parada sería en Carabaña. Eso no dejaría la ruta en unos 120km, pero así podíamos asegurar que a las 13:30 estaríamos en casa. Al menos yo.

En Carabaña, foto, café y bizcocho de nueces y naranja hecho por Roberto que preferí a una barrita energética.


Nos ponemos en marcha. Son las 11:00, tengo dos horas y media para llegar a casa. ¡Sobrados!

Al poco comentario entre la pareja. Pues tampoco hace tanto viento.

Un poco más tarde pensamiento del que escribe. Pues hombre algo si que sopla.

Pasamos por el punto de control ahora rodamos a 25 km/h, ¿conversamos? si, algo, pero las pulsaciones van altas. Se nota la diferencia.

Ahora tenemos más tráfico de ciclistas que vienen de frente. Y es un problema. Yo ruedo paralelo a Roberto, a su izquierda; por lo que me toca negociar con ellos el cómo nos cruzamos. El caso es que todos ellos se quedan tan sorprendidos con la bici de Roberto que no me prestan atención y al final soy siempre yo el que se va apartando. Si, ya se que por mi posición en el carril debo ser siempre yo, pero si Roberto fuese en una bici normal y echándole yo un poco de cara alguna que otra vez es el que viene de frente el que se aparta ¿no?. ¡Además! Me siento un poco celoso, me quita protagonismo.

El caso es que seguimos rodando bastante rápido y claro llegamos a Morata en un santiamén. Son las 12:00. Vamos un poco justos. 1:30 es lo que tardo en un día normal y hoy tendremos viento de cara. No nos pongamos nerviosos ...

La subida a Vallekillas bien (según mi ranking personal). No pasé de 170 pulsaciones y subíamos a buen ritmo. No me acuerdo del viento. Para mi que no hacía.

Bajada de Vallekillas. Pues si que hace viento porque la bici no corre. 55 km/h de velocidad máxima y eso que me puse agachado en plan profesional sobre la bicicleta.

Llano desde Vallekillas a "San Marting" (¿Cuenta esto como parte del llano Argandiano?. El viento si que sopla de cara. Aun así nos estamos dando cera y rodamos rápido.

A las 12:30 llegamos a la rotonda de la estación de tren y tomamos el carril bici. Tengo una hora para llegar a casa. Vamos muy justos. ¿Nos ponemos nerviosos? Venga no. Estamos rodando rápido.

Nada más tomar el carril bici lo comentamos. Como se nota que estamos en hora punta. Había muchísimos ciclistas. Todos menos Antonio. Y nosotros los adelantábamos a todos. Daba igual que fuesen en bicicleta de montaña o de carretera, los pasábamos a toda leche.

Un inciso. No me acuerdo de cuando fue, pero acabo de acordarme ahora y quiero contarlo para que no se me olvide. En algún momento de la ruta (y yo creo que fue en dos o tres ocasiones) comentamos que nos gustaba rodar a buen ritmo, Roberto mencionó entre un 70 y un 90% de las pulsaciones máximas (¡Que profesional!, y yo también que le entendí).

Pues como a los dos nos gustaba rodábamos a buen ritmo Marañosa arriba.

Para situarnos que esto tiene miga. Estamos en el km 14 aproximadamente. Llevamos un kilómetro de subida y quedan tres.

De repente van tres tíos en bici de carretera y nos adelantan. No muy fuerte, saludando con educación, pero nos adelantan, eso esta claro. Un adelantamiento en toda regla.

El caso es que se me pasa un pensamiento y creo recordar que a estos tres les habíamos adelantado nosotros, también saludando con educación, hace como dos kilómetros.

Yo no pensé mal, que conste. En ningún momento pensé que aquí había pique ni nada. No, no. Incluso lo asumí con normalidad. Te adelantan, pues te adelantan. Tampoco pasa nada.

Lo que pasa es que, como había tanto tráfico, unos pocos metros después de habernos adelantado tuvieron que reducir la velocidad para ponerse detrás de unos ciclistas que iban más lentos y así dejar pasar a otros ciclistas que bajaban. ¡Coño! pues les volvimos a alcanzar. Lo normal ¿no?

Pero nada oye. Todo normal. Ellos adelantan a los que iban más lentos. Y nosotros también. Ellos incrementan el ritmo y nosotros también. Miro para atrás y veo que Roberto no se mete en la refriega. El es un hombre de paz. Yo ya que estaba a rueda ... le indico a Roberto, con un gesto que no se si el entendió, que subiré con ellos.

El caso es que los tíos van rápido. Adelantamos a todo el mundo, pero ahora más rápido que antes. El que va el último mira para atrás y confirma que voy pegado a su rueda. No detecto un gesto hostil y yo bastante tengo con seguir el ritmo.

Veo la señal del kilómetro trece. Miro el pulsómetro y bien. llevo 171 pulsaciones por minuto. Estoy hecho un campeón, con los kilómetros que llevo en las piernas, subiendo a este ritmo y "sólo" llevo 171 pulsaciones. ¡Que machote!

Vuelvo a mirar las pulsaciones, para regodearme y vaya. Que son 177. Que he confundido el último 7 con un uno. ¡Que genio!. Pues la cosa ya no pinta tan bien. Si me quedan dos kilómetros y mi máximo teórico está en 179 eso significa que no voy a aguantar mucho.

¿Sabes que te digo? Que yo sigo. Si luego no puedo pues ya si eso voy más despacio y me justifico pensando que estoy esperando a Roberto. Pero de momento yo sigo a rueda a ver que pasa.

Llegamos al kilómetro 12 y mis pulsaciones ya van a 182. Me acuerdo de que el cardiólogo me había dicho hace tiempo, cuando le pregunté por los máximos de pulsaciones y esas cosas importantes de la vida, que el cuerpo es muy sabio y que yo tire que si me paso de mi máximo el cuerpo me obligará a parar. Pues oye, con permiso médico a rueda.

Yo se que detrás de esa curva el viento va a dar de cara. Y lo va a dar fuerte. Me pego más, si es que eso es posible, al ciclista que me precede.

Llegamos a la parte más dura.

Atención. El ciclista que rueda en el segundo puesto cede. Se abre un hueco entre el primero y el segundo.

Que nervios, que nervios.

El que rueda el tercero se echa a la izquierda. Y yo también.

El que rueda el tercero adelanta al que rueda al segundo. Y yo también.

El que rueda el tercero alcanza al que rueda al primero. Y yo también.

Miro el pulsómetro y dice que 188. Me entra la duda de si mi cardiólogo fue a clase el día que se explico que eran y como funcionaban las pulsaciones máximas. Pero oye, ya liados ...

Ya estamos en la recta final. Ya se ve el "premio de la montaña". Llegó el momento.

Me pongo de pie sobre la bici. Y lanzo mi "ataque".

En el momento de adelantar a los ciclistas hice un alarde de educación y dije (verídico) "Perdón. voy a sprintar que yo quiero probarme". Humilde, pero educado.

Llego al alto de la Marañosa. A toda leche me echo a la izquierda para poder parar sin que me atropellen los que vienen detrás. Derrapo con la bici al frenar.

Miro el pulsómetro y dice que 192, lo que le quita mérito a todo este asunto porque sólo puede significar que el pulsómetro no marca bien.

En menos de dos minutos llega Roberto.

En la cumbre de la Marañosa nos adelanta un grupo de "pros" y se monta una de la leche. Un momento estresante. Ciclistas de frente. Un grupo adelantando. Nosotros rodando rápido. Por fortuna no pasó nada.

Rodamos el resto del carril bici a un ritmo realmente rápido. Con la justificación de que a los dos nos gusta rodar rápido pues venga, gusto al cuerpo.

Llegamos al cruza de la calle Rosales con la Avda de Andalucía y nos separamos quedando yo con la mitad de la frase en la boca. Buen rollo.

Miro el reloj y leches. Las 13:20. Tengo 10 minutos para llegar a casa. Me quedan casi cuatro kilómetros. Hay semáforos por lo que tendré que apretar si quiero llegar a tiempo.

Cada salida de semáforo un sprint. La subida por Rafaela Ybarra a 27 km/h. ¡Dándolo todo!

Cuando abría la puerta del portal mi reloj marcaba las 13:30 exactas. Dos veces en dos salidas. Estoy jugando con fuego y un día de estos me voy a quemar.

Os pongo los perfiles.

De casa a Carabaña:

Y de Carabaña a casa:
Y los números de la ruta (según el GPS):
  • Kilómetros: 120,8
  • Desnivel acumulado: 938
  • Tiempo rodando: 4:41
  • Velocidad media: 25,69 km/h
  • Velocidad máxima: 65,43 km/h
  • Km de la bici: 3048
  • Pulsaciones medias: 144
  • Pulsaciones máximas: 192
  • Calorías consumidas: 3.856
A cuidarse
Javier Arias González

domingo, 21 de febrero de 2010

Así gana un Biciorejón

Si hace unos meses os pasaba el video El espíritu de un Biciorejón. ahora os paso este que he titulado Así gana un Biciorejón que me recuerda un sprint, que no gané, subiendo a la Marañosa. Se ve en el segundo 59.

El resto del video también está gracioso. En el minuto 2:42 se ve a otro ciclista que por su habilidad podríamos admitir entre los biciorejones.





A cuidarse
Javier Arias González

El 200 de Vicálvaro

La idea era levantarse a las 6:15 de la mañana para hacer una ruta de 200km en bicicleta (el brevet 200 de Vicálvaro de carretera) la sexta vez que montaba en bici de carretera y la segunda vez que lo hacía en mi bici nueva cuando nunca había rodado más de 165km. Por si fuera poco un compromiso familiar me imponía la obligación de acabar el recorrido no más tarde de las 19:00. No es que suene muy razonable, pero ese era el plan.

Obviamente este era mi primer brevet y la cosa atemorizaba un tanto, pero el estar acompañado por nueve componentes del Pakefte me daba confianza. Teníamos como plan el rodar juntos a un ritmo tranquilo y eso siempre es bueno. Nos presentamos (en perfecto orden alfabético) Agus, Antonio, Buje, Edu, Jose, Josu, Juan, Paloma, Pilar y yo.

Pilar me lo había advertido, "Verás aquí salen disparados"; yo debía haberlo intuido cuando vi que varios ciclistas, incluidos algunos del Pakefte, se ponían en marcha antes de la salida oficial. Pero aun así, cuando dieron la salida oficial yo empecé a ponerme los guantes; cuando me puse en marcha ya estaba de los últimos.

Salgo a toda leche y me pongo a adelantar ciclistas buscando alguna cara conocida. A los pocos minutos me encuentro con Pilar. Somos los últimos del Pakefte, pero a la vista esta Juan. A mi me vale. Me quedo con Pilar.

Por poco tiempo. En el kilómetro 7,700 nos encontramos con Agus parado en el arcén. Le preguntamos y nos contesta que ha reventado una rueda. Vaya mal sitio. En bajada, con arcén estrecho, con coches que circulaban bastante rápido. Me quedo con él para intentar echar una mano. Al poco llega Buje y entre los tres nos ponemos a reparar la rueda delantera.

Estamos listos, nos subimos en las bicis y no habíamos rodado ni 5 metros y se oye el estallido de una rueda. Agus ha vuelto a reventar su rueda delantera. Nos ponemos de nuevo a reparar el desperfecto. Yo controlando el tráfico y Agus y Buje con la rueda. Al final el problema era una cubierta desgastada. Nada que no se pueda resolver con un poco de cinta americana.

Cuando nos pusimos en marcha ya éramos, de largo, los últimos de todo el pelotón. Enseguida nos pusimos un ritmo trepidante. Agus tiraba bastante fuerte, Buje y yo seguimos su ejemplo y al final los tres nos movíamos con rapidez por un terreno favorable. Relevos con precisión impresionante. Sólo hicimos un par de paradas para comprobar el recorrido e incluso Buje nos recordó, en el llano argandiano, que debíamos comer. Nos comimos una barrita en marcha.

Llegamos a San Martin y nos encontramos con un ciclista "1/4 pro" que nos adelantó después de haber rodado unos momentos a nuestra rueda. Yo salté a su rueda, pero después de unos metros era evidente que rodaba demasiado rápido para nosotros. Le dejamos ir. Pero no se fue muy lejos. Se quedo a unos pocos metros por delante. Nuestros relevos fueron dando su fruto y un poco antes de Ciempozuelos le alcanzamos. Agus, muy educadamente, pidió permiso para ponerse a rueda, el ciclista aceptó y nos pusimos a gorronear. Lástima que sólo nos duró hasta la rotonda de Ciempozuelos. Allí nosotros tiramos hacia Aranjuez y el no.

Lo bueno es que ya habíamos divisado a lo lejos a Juan, Jose y Pilar. Yo creo que ellos debieron intuirnos y aflojar su marcha; pero sea como sea en el kilómetro 52 de la ruta nos encontramos. ¡Ya éramos seis! El ritmo del grupo era sensiblemente más bajo que el ritmo que habíamos llevado hasta entonces Buje, Agus y yo. Se agradecía el relax.

Que pena que esto no durase mucho. En el kilómetro 55 pinché mi rueda de atrás. Agus y Buje se quedaron conmigo a ayudarme a repararla. No tardamos mucho, pero otra vez los del trío calavera éramos los últimos.

Pues venga. Vuelta a un ritmo alegre y a rodar. Al poco llegamos a Aranjuez. Y entonces Buje tuvo una lúcida idea. ¿Por qué no nos paramos en Aranjuez a tomar el pincho? Yo, a pesar de que eran sólo las 11:30, ya tenía hambre y acepté encantado. Aranjuez también nos brindaba la oportunidad de encontrar una tienda de bicis para comprar una cubierta para la rueda de Agus.

Después de preguntar varias veces y callejear por Aranjuez encontramos una tienda de bicis. Agus se compró una cubierta y un par de cámaras, yo una cámara para reponer la que acababa de pinchar y Buje unos parches. "Por si acaso".

Junto a la tienda de bicis había una tienda en la que vendían pan caliente y fiambre. Nos compramos una barra y salchichón con tres latas de cocacola y sentados en la acera dimos buena cuenta de nuestros bocadillos. A mí me supo a gloria.

Antes de ponernos en marcha calculábamos cuanto tiempo nos quedaba hasta el primer control. Estábamos en el kilómetro 69, el primer control estaba en el km 85; teníamos más de hora y media para llegar. ¡Sobrados!.

Nos ponemos en marcha haciendo caso al GPS de Buje y empezamos subiendo una cuesta larga y dura, dura, dura. Tanto que Agus tuvo que pararse y yo descubrí la certeza de que o mejoro mi forma física o no voy a ser capaz de subir esta bicicleta al Angliru en el verano. Necesita más desarrollo en la bici. El GPS nos había guiado perfectamente hasta ese momento, pero este era su momento bromista y nada más coronar la cuesta nos tocó bajarla y perder toda la altura ganada.

Finalmente dimos con la carretera correcta y nos pusimos en marcha. Eso sí, ahora cuesta arriba. Hasta ahora todo el terreno había sido favorable, pero ahora no. Habíamos parado, estábamos fríos, soplaba el viento, esto se estaba poniendo duro.

En un par de llamadas Buje posicionó al resto de Pakefte. Jose, Juan y Pilar iban por delante, ya estaban en el primer punto de control; Antonio, Edu y Paloma estaban un poco por delante de nosotros, al parecer se habían dedicado a hacer turismo (se habían perdido) por la Poveda y por Aranjuez y eso les había retrasado. Josu desaparecido y a nadie le extrañaba.

A los pocos kilómetros nos encontramos con Edu que nos estaba esperando. Nos sacó una foto de la que llegamos a su altura. ¡Que alegría me dio! Ya éramos cuatro. Unos pocos kilómetros más adelante nos encontramos con Antonio, Paloma y ¿Pedro? (no estoy seguro de si se llamaba Pedro, pero con Pedro se queda para el resto de la crónica). Unos pocos kilómetros más y llegamos al primer punto de control. Kilómetro 85 de la ruta, eran las 12:49.

Aprovechando que teníamos que sellar el papel de ruta en un bar decidimos parar a retomar fuerzas. Yo me comí el casi medio kilo de ensalada de pasta que llevaba en un tupper, un plátano y un café con leche. Estos 16 kilómetros me habían hecho mella.

Al ponernos a rodar tomamos la primera carretera que era realmente tranquila, sin coches. Cuesta arriba, pero asumible. Ahora éramos un grupo de siete y el ritmo era tranquilo. Al tran-tran acabamos coronando y entonces llegó el nirvana. Entramos en una zona en la que el viento nos daba por la espalda, sin apenas esfuerzo podíamos rodar a 30 km/h. Disfruté de este periodo del recorrido y antes de que me diese cuenta ya estábamos sellando en la gasolinera de un pueblo cuyo nombre no recuerdo. Aprovechamos para sacarnos unas fotos, comer y beber.

Al poco de ponernos en marcha vimos un cartel que ponía Chinchón 20km. ¡Bien! pensé (creo que incluso lo pronuncié). Si Chinchón está a 20km y de Chinchón a casa ya se ir esto empieza a ser terreno conocido. Si me quedase atrás sabría llegar yo sólo.

Empezó una bajada larga y pronunciada. De esas que te hacen presagiar que después vendrá una subida equivalente. Y así fue, así lo comentamos "Pedro" y yo cuando llaneando por el valle vimos lo que se nos aparecía delante de nosotros. Lo que viene siendo una señora cuesta.

Las primeras rampas me sorprendieron. Antonio, Buje y Agus subían con facilidad y yo me retorcía para no separarme mucho de ellos, volvía a encontrarme frío. Edu, Paloma y "Pedro" se quedaron; hicieron la subida a su ritmo.

Pasadas las primeras rampas me empecé a sentir mejor. Al poco pude meter un piñón más y luego otro. Poco a poco me fui encontrando en la bicicleta. Y tras encontrarme vino el disfrute. Empecé a ser consciente del paisaje que nos rodeaba, un bosque de pinos, y de lo bonito de la carretera, tras cada curva el puerto tomaba una nueva dimensión y encima el viento soplaba de culo. Me lo pasé genial el resto de la subida. Me encontraba bien y no podía dejar de expresarlo verbalmente. Creo que les di un poco la coña a mis compañeros del rodar.

Cuando llegamos al pueblo (no me acuerdo del nombre) en el alto del puerto paramos. Pero no mucho tiempo. Antes de lo que yo esperaba aparecieron Edu, Paloma y "Pedro". "Yo no paro" dijo Paloma. Me metí el resto de la barrita en la boca y me subí a la bici. Seguíamos la marcha.

Tenía todo el sentido del mundo. Buje había hablado con Juan y sabíamos que estaban parados en Chinchón. Cuando llegamos ellos salían del bar, Juan, Pilar, Jose y un ciclista (tampoco recuerdo su nombre) que rodaba en una reclinada hand made a partir de una btwin del Decathlon. Hicimos una pequeña parada en la que aprovechamos para coger agua y nos pusimos todos en marcha. Ahora si que éramos un buen grupo; 11 ciclistas. Alguien me preguntó como iba con respecto al tiempo (tenía que estar en Vicalvaro a las 19:00 sin falta) y yo contesté que bien. Nos quedaban unos 60km y eran las cuatro de la tarde. Si manteníamos una media de 20km/h llegaría sin problemas.

Tras la bajada desde Chinchón llegó un terreno llano bastante "pestoso". Viento de lado y coches circulando rápido. Este fue mi momento de recogimiento. Me puse a la cola del pelotón y me deje llevar sumido en mis propios pensamientos.

En cuanto hicimos el giro en Ciempozuelos hacia San Martin de la Vega el viento empezó a darnos por la espalda y la cosa se animó. Me desperté de mi letargo y me hice esos kilómetros charlando con Jose. Sin darme cuenta llegamos a San Martin de la Vega. Ultimo sello en el papel de ruta. ¡Bien!

Paramos a tomar algo. Barrita energética, dos mandarinas y agua para beber. Los ánimos del grupo estaban altos. Habíamos decidido que de San Martin a Vicálvaro iríamos por el carril bici. Así nos evitaríamos el tráfico de entrada a Madrid. Yo encantado. Conocía el camino perfectamente. Estábamos en el kilómetro 165 de ruta y según mis cálculos nos quedaban unos 30km.

Un momento. Si son las 17:25 y nos quedan 30 kilómetros yo voy justo (muy justo) de tiempo. Como impulsado por un resorte me pongo en pie y anuncio que yo me tengo que ir. Me despido de manera un poco apresurada, y por tanto maleducada, de mis compañeros de ruta y me pongo a rodar por las calles de San Martin de la Vega comiéndome la cabeza.

El problema es este.
Tengo 165 kilómetros en las piernas. Nunca antes había rodado tantos kilómetros. A partir de ahora rodaré yo sólo. Tengo que hacer 30 kilómetros en una hora y media. Estos 30 kilómetros pican hacia arriba. Me encuentro razonablemente bien de fuerzas, pero delante de mi hay dos cotas (la Marañosa y el alto después de el Pozo) y cinco repechos dignos de mención (arroyo culebro, Perales del rio, Cuesta de los Gitanos, Puente sobre la A3 y rampa hasta donde tendré que abandonar el carril bici). Hace viento; no mucho, pero notable. Uf, esto no pinta bien. ¿Cómo me lo monto?

Pues antes de llegar al carril bici ya tenía la solución.
  • Ritmo de entre 150-160 pulsaciones por minuto en las subidas y en el llano.
  • Ritmo de entre 160-170 pulsaciones por minuto en el último km de la Marañosa
  • Los repechos dignos de mención de pie sobre la bici, sin forzar ritmo, pero descansando el culo
  • Fuera guantes y braga porque vas a pasar mucho calor
Si cumplía con estos requisitos podría mantener una media global de 23 km/h que me daría de sobra para llegar a tiempo. Consulto mi velocímetro y hasta entonces la media rodando había sido de 23,4km/h. Echo de menos mi reproductor de música, me habría venido muy bien para ponerme una música con ritmo, pero con una situación tan complicada no me voy a quejar por un detalle.

Me pongo a rodar Marañosa arriba. Mantengo el ritmo de 23km/h y las pulsaciones por debajo de 160 hasta el último kilómetro. El último kilómetro lo sufro las pulsaciones se me disparan.

Justo cuando corono me adelanta un "pro" a buen ritmo. Pienso en cogerle la rueda pero descarto la ida. Va demasiado rápido y necesito parar a ponerme los guantes y la braga, en la subida he pasado frío en las manos y no quiero ponerme a bajar sin guantes. Tampoco creo que hubiese podido aguantarle el ritmo, para que engañarnos.

En la bajada de la Marañosa no dejo de pedalear. Paso el repecho de Arroyo culebro muy bien y me pongo a rodar por el terreno que me viene. Se que es llano y rápido. Pongo las manos en la parte de abajo del manillar y giro los pedales con alegría preocupándome de la respiración y de las pulsaciones y atento a los mensajes de mi cuerpo.

El viento me castiga bien, pero aun así adelanto a un par de ciclistas en bici de montaña. Voy a una velocidad de 30km/h pero se que eso es despacio para esta zona. El viento tiene la culpa.

Negocio el repecho de Perales del Rio y el de la cuesta de los gitanos con cierta soltura y manteniéndome dentro de los límites de pulsaciones. Esto parece que marcha.

No entro en el parque del manzanares por el sitio habitual. Si sigo por la carretera puedo ir más rápido y ganar algo de tiempo.

Cuando entro en el parque del manzanares me relajo un poco. Aunque no muchos algún peatón si que hay y no puedo correr. Me digo que así recupero un poco antes de la cota de el Pozo.

Pienso que si atajo por el camino de la depuradora de la china me ahorraré dos kilómetros. Tendré que rodar 100 metros por un camino de tierra y barro, pero merece la pena el ahorro. Pues nada voy tan concentrado que cuando me doy cuenta ya me he pasado el desvío del atajo. Me toca hacerme dos kilómetros más por atontado.

Justo a la entrada del túnel bajo las vías del tren me paro. Meadita y control del tiempo. Son las 18:30 he rodado 20km. Tengo que hacer 10km, mayormente cuesta arriba (una cota y dos repechos dignos de mención) en media hora. Se me pasa por la cabeza la idea de irme directamente a casa y pasar de ir a Vicálvaro, pero la descarto. Estoy cansado y no creo que pueda mantener una media de 20km/h cuesta arriba pero me da mucha pena no acabar mi primera brevet.

Me pongo en marcha. Nada más pasar el túnel, justo debajo de las chabolas de los gitanos una manada de ratas, por lo menos veinte, se espantan a mi paso. ¡Coño que susto me dieron!

Empieza la subida y enseguida me doy cuenta de que esto no va bien. Las piernas no tienen ya fuerzas para mantener el ritmo que había planificado, las pulsaciones ya no suben.

Reajusto mi objetivo. Entre 140 y 150 para el ritmo constante no más de 160 en los esfuerzos puntuales. La velocidad, en consecuencia, se derrumba.

Cuando llego a la estación de el Pozo allí está el tren y vuelvo a tener la tentación de irme directamente a casa. Esto no tiene buena pinta, voy a llegar tarde. Pero, cabezón que es uno, decido seguir adelante. Ya sólo me quedan 500m para coronar el alto de el Pozo. Lo hago con más pena que gloria a una velocidad de 14km/h.

Recupero en la bajada y sufro, mucho, en el repecho hasta el puente sobre la A3. Vuelvo a recuperar en la bajada y me muestro patético en el repecho hasta donde tengo que abandonar el carril bici.

Es en este momento en el que caigo en que yo, desde aquí, no se ir a la plaza de la Vicalvarada. ¡Si es que soy un genio!

Saco el móvil y le pregunto al Sr. Google Maps. El teléfono tarda en captar la señal de los satélites de GPS, pero no me importa porque aprovecho para recuperar el aliento.

¡COÑO! Según Google Maps la plaza de la vicalvarada está a poco más de 2,5 km. Son las 6:51. Tengo 9 minutos para hacer 2,5km. Eso es asequible.

Me da un subidón de la leche. Me monto sobre la bici y me mezclo con el tráfico. Esprinto a la salida de cada semáforo. No noto el cansancio.

Llego a la plaza de la Vicalvarada y entro en el bar la Escopeta. Son exactamente las 19:00. Que contento estoy. Más por la puntualidad que por haber hecho mi primer 200.

La chica del bar me pone el sello en la hoja y pongo las 19:01 como hora de sellado (hay que ser honesto). Como quiere quedarse con el papel le pido que me deje hacerle una foto.
Caigo en la cuenta de que tengo hambre y sed por lo que me pido un zumo de melocotón y una bolsa de patatas fritas. Me las meto en un bolso, me las comeré en el tren.

Salgo pitando hacia el tren que llega en un minuto. Todavía jadeante me pongo a comer las patatas y a beber el zumo. Me saben tan ricas que me digo que cuando llegue a casa les sacaré una foto para ponerla en la crónica.

En atocha me subo otra vez en la bici. Ahora si que estoy contento por haber acabado mi primer 200. Los minutos sentados en el tren, el comer y el beber me han devuelto las fuerzas que junto con el ánimo hacen que me encuentre muy bien. Incluso me permito esprintar subiendo Antonio Leyva para ver cuanto daba de mi (conseguí subir mis pulsaciones hasta 170 y alcanzar una velocidad de 27 km/h). Cuando llegué a casa deba saltos de alegría.

Pongo aquí el mapa de la ruta:



View Bici-20100220-200 Vicalvaro in a larger map
El perfil:
Y los datos de la ruta:
  • Kilómetros: 195,6 (ha sido un 200 un poco escaso, pero 208 si cuento ir y venir de mi casa a Atocha. Es mi record personal)
  • Desnivel acumulado: 1.446 metros
  • Tiempo rodando: 8:21:26 (también mi record personal)
  • Tiempo total: 10:51:24 (por eso esta crónica es tan larga)
  • Velocidad media: 23,41 km/h (conseguí mantener 23,4 km/h de velocidad media en los últimos 30 kilómetros)
  • Velocidad máxima: 61,20 km/h
  • Km de la bici: 361km
  • Calorías consumidas: 3.596,6 (marcadas por el velocimetro)
Por cierto, ¿qué fue de Josu?

A cuidarse
Javier Arias González

lunes, 15 de febrero de 2010

El estreno de la Cannondale

¿Qué pasa "biciosos"?

Pues se trataba de estrenar la nueva bici. Mi primera bici de carretera.

Nada mejor que una salida del Pakefte para este objetivo.

Me sonó el despertador a las 06:30 de la mañana. Casi que me alegré de la hora de la quedada fuesen las 08:30 y que al final no se hubiese aceptado mi propuesta de que fuese a las 08:00.

Me levanto, desayuno, me pongo guapo y me subo a la bicicleta. Me dirijo a la estación de tren de Atocha. Es el recorrido que hago todos los días cuando voy a trabajar. ¡Qué diferencia!

Por aquello de quitarme el frío del cuerpo (y también por probarme con la bici) me subo la cuesta de pirámides a toda leche y le doy cera a los pedales por la ronda de Atocha. ¡Esta bici corre mucho!

Viaje en tren+metro hasta Arganda del Rey, café para entonarme y a eso de las 9:00 está dispuesto el pelotón para ponerse en marcha (Buje, Pablo, Antonio, Diego y yo).

Circulamos por el carril bici en dirección a Morata de Tajuña. Hace frío, pero yo apenas lo siento. Me preocupa más fijarme en mi postura en la bici, mis sensaciones, los cambios y esas cosas.

Cuando llevamos 8km, a la altura de la gravera, llama Josu que dice que está en Arganda. Quedamos con el en que seguiríamos ruta y que le esperaríamos en Valdelaguna.

Llegada a Morata sin novedad. Empezamos a subir a Valdelaguna y empiezan las conversaciones sobre la quebrantahuesos y el 200 de la semana que viene. Yo, que conste, me siento tentado.

Los cambios de mi bici no van finos. Saltan en cuanto intento meter los piñones grandes. Me tengo que poner de pie sobre la bici más de lo que a mi me gustaría.

Llegamos a Valdelaguna, parada a esperar a Josu que aprovechamos para ponernos al sol y para ajustar los cambios de mi bici. Josu tarda en llegar, yo diría que más de media hora, pero al final llega y ahora el grupo ya es de seis. Resulta que el tío se viene desde Madrid, unos 40 kilómetros más que los demás.

He de reconocer que en la parte de recorrido que siguió perdí un poco la referencia. De vez en cuando pasábamos un pueblo, de vez en cuando Buje consultaba su GPS para indicarnos si íbamos por el buen camino. De hecho en algún momento empecé a sentir hambre y todos mis pensamientos se concentraban en el pincho de tortilla que tarde o temprano llegaría.

Al final paramos en Valdearacete a tomar el pincho y como no lo había de tortilla pues montado de lomo tuvo que ser. Bien de tamaño y recién cocinado.

Cuando nos pusimos en marcha yo seguía despistado respecto al recorrido. Carreteras muy tranquilas, paisaje interesante, pero sin ser muy consciente de donde me encontraba.

Hasta que llegamos a Orusco. En Orusco se planteó que hacer. Unos (Buje, Diego y Pablo) decía que dirigirse a Arganda para volver a casa en metro. A mi me hacía ir hasta casa en bici, esa parte del recorrido la conozco muy bien y quería probar la bici en terreno conocido. Antonio proponía ir desde Orusco hasta Ambite y luego volver a Madrid en bici. Josu se sumó a su idea, eso si advirtiendo que si le llevamos a un ritmo no muy rápido, que el ya tiene muchos kilómetros en las piernas. Eran las dos de la tarde. Que carajo, hace mucho que no voy a Ambite y las sensaciones con la nueva bici son buenas.

La verdad es que por el carril bici, aunque rodamos tranquilos, nos pusimos en un momento en Ambite. Parada en la fuente. Otra barrita. Vámonos para casa.

No tengo ni idea a que fue debido (cosas de Josu tengo entendido), pero de repente Josu se puso a tirar a buen ritmo. No un hachazo loco, pero si un ritmo considerable (30-32 Km/h).

Pues nada. En fila de a uno y a relevos a ese ritmo. Josu enseguida se refugio en la cola del mini pelotón, pero el ritmo lo mantuvimos hasta las proximidades de Perales del Tajuña. Si me apuras se que fue un gasto energético tonto, pero como lo disfruté. ¡Que bien rodaba la bici!

De Perales a Morata bajamos el ritmo. La subida por el carril bici hasta cerca de las graveras la hicimos al tran-tran. Calma chica. Un poco antes de las graveras nos salimos del carril bici, tomamos unos 50 metros de camino de tierra y dimos a la carretera. Justo a mitad de subida de Vallekillas.

Esta subida la conozco bien, nos quedaba apenas un kilómetro, y no quise perder la oportunidad de probar de nuevo la bici en un terreno conocido. Puse un ritmo casi alegre y hasta la cima. Buenas, buenas sensaciones.

En el llano entre Vallekillas y San Martin de la Vega volvimos a hacer un relevo de los de a 30 por hora. Pero, para mi alivio, Josu ya no podía aguantar ese ritmo; por lo que optamos por ponernos un ritmo tranquilo.

Con estas llegamos al comienzo de la marañosa. Cuatro kilómetros de subida. Esa que he hecho tantas veces a rueda de los ciclistas de carretera. Me puse un ritmo constante desde el principio, unos 22 km/h. Aunque sentía que las piernas podían dar más no caí en la tentación; sabía que el último kilómetro te hace pagar los excesos de los otros tres. No se en que momento Antonio y Josu se quedaron descolgados, estaba tan concentrado en mantener mi ritmo, mi respiración y en estudiar mis sensaciones que cuando me quise dar cuenta ellos ya no estaban. Muy buenas sensaciones de nuevo, aunque el último kilómetro se hizo pesado, pesado, ya llevaba 130 km en las piernas.

De ahí hasta casa nada que resaltar. Josu entro en modo silencioso para ahorrar fuerzas ya que hablar cansa (el ya estaba rondando los 200km) y despacito, despacito nos fuimos acercando hasta el parque manzanares. Allí nos separamos y el que entró en modo silencioso hasta casa, para ahorrar fuerzas, fui yo.

Conclusiones del estreno:
  1. Con la bici de carretera se rueda muy bien. Cuando coja la de montaña voy a notar el cambio de bici un montón.
  2. Tengo la sensación de que el desarrollo de la bicicleta (Platos de 50 y 34 dientes y 10 piñones, 12-27) me va a quedar un poco escaso para las montañas asturianas. No lo sabré hasta que me suba algún puerto de verdad, pero a día de hoy la sensación es que un triple plato con un 28 atrás habría sido más adecuado. Obviamente el plato pequeño y el 28 de atrás no lo usaría nunca.
  3. Creo que, al menos para este año, mi estrategia va a ser rodar con la bici de montaña y sólo coger la de carretera uno o dos fines de semana antes de una salida planificada. Rodando con la bici de montaña hago más ejercicio por unidad de tiempo y utilizaré los dos fines anteriores a la salida planificada para recuperar sensaciones y postura sobre la bici de carretera.
  4. Sorpresa agradable el sillín de la bici de carretera. Me dolió el culo menos que si hubiese pasado las mismas horas sobre la bici de montaña.
  5. Aunque la bici sea de carbono y pese poco, al final hay que dar pedales como en todas. Y si lo haces durante mucho tiempo cansa igual. En este aspecto no hubo sorpresas.
  6. El próximo sábado a por el 200 de Vicálvaro. ¿Locura? Es posible, pero que le vamos a hacer.

El mapa de la ruta:
El perfil:

Los datos numéricos:
  • Kilómetros: 148.07 Km Lo dicho, un paseo
  • Desnivel acumulado: 1339 metros
  • Tiempo rodando: 6:40:57
  • Velocidad media: 22.10 km/h
  • Velocidad máxima: 58.90 km/h
  • Km de la bici: 153 (los 148 + el ir hasta Atocha)
  • Pulsaciones medias: 132
  • Pulsaciones máximas: 227 (aqui el pulsómetro midio mal, seguro)
  • Calorías consumidas: 2917
A cuidarse
Javier Arias González

domingo, 7 de febrero de 2010

Valdemorillo 2010

¿Qué pasa "biciosos"?

La intención era sacarse la espina de Valdemorillo 2009 y ya de paso hacer una ruta para empezar la temporada 2010.

¡Objetivo cumplido!

Y eso que el día no empezó del todo bien. Al subir la bici a la baca me doy cuenta que la rueda delantera tiene un radio roto. ¡A ver si este año tampoco la voy a poder hacer! Me bajo al trastero, cojo una rueda vieja que tengo y la echo al maletero. Cuando llegue a Valdemorillo pongo el radio a la rueda.

A las 09:00 recojo al amigo Adam (el amigo Pedro fue baja de última hora) y nos ponemos en marcha. Nos acicalamos, vamos a por los dorsales (incluido el de Pedro, que, recuerdo, fue baja de última hora) y los regalos típicos, este año escasito, escasito. Una bolsa de tamaño mediano que no voy a usar, una bolsita monodosis de aceite que en la siguiente salida acabaré y un "botello".

Nos dirigimos hacia unas carpas en las que nos pareció que arreglaban bicicletas para ver si se podía solucionar lo del radio. ¡Pues va a ser que no! Le preguntamos a uno de la organización si tienen asistencia mecánica. ¡Pues va a ser que no! Eso si, el tío, muy amablemente, se ofrece a ayudarnos él a poner el radio. Lamentablemente después de intentarlo una y otra vez el radio no se deja poner. Como ya va siendo la hora de salir tomo una decisión digna de un buen biciorejon. ¡Me hago la ruta sin radio! a lo que Adam contesta algo parecido a: procura no hacer saltos con la bici.

1.430 ciclistas estaban inscritos, no todos se presentaron (no hace falta recordar que el amigo Pedro fue baja de última hora), pero en la salida había un montón de tíos, y alguna chica, en bici.

Era de esperar, siempre pasa, dan la salida y pasamos bajo el arco que marca el comienzo de la ruta prácticamente andando. Los primeros kilómetros siempre tienen esa tónica. Muchos apelotonamientos. Cuestas que tienes que subir andando por la masificación. Algún que otro ciclista que se impacienta por tener que echar el pie a tierra, etc. Pero lo cierto es que en esta marcha se pudo rodar con relativa comodidad antes que en otras marchas parecidas. Enseguida pudimos disfrutar del recorrido.

Y había mucho que disfrutar. El recorrido nos gustó mucho, y en varios tramos cantamos alabanzas a su belleza y a lo entretenido que era. Sin grandes subidas, pero con algunos repechos técnicos. Sin grandes bajadas, pero con frecuentes trialeras en las que podías correr con tranquilidad, aunque yo rezando para que la rueda delantera aguantase entre las piedras.

Nosotros nos lo tomamos con mucha calma. Se trataba de rodar tranquilamente, de ir tomando contacto con la bicicleta.

En el kilómetro 20 el primer avituallamiento. Escasito, escasito. Sólo había trozos de manzana, trozos de plátano y agua. Y no porque hubiésemos llegado tarde, sino porque no tenían más. Como había mucha cola para servirse pasamos del avituallamiento, avanzamos unos metros y nos comimos un par de nuestras barritas; teníamos de sobra, yo a estos eventos voy cargado de barritas como para una boda.

Nos ponemos en marcha tranquilamente, siguiendo la tónica del día.

En el km 25, en una ligera bajada, veo al tío que rueda delante del que lo hace delante de mi hacer el superman (volar por encima del manillar). No le pasa nada. Sólo el revolcón.

A partir de cierto momento empezamos a tener la sospecha de que el recorrido coincidía con el Festibike. Fue una sensación extraña. Adam supo expresarlo muy bien. "Por aquí hemos pasado en el festibike o ha habido un fallo en Matrix". ¡Totalmente de acuerdo! Incluso llegó un punto en el que yo ya estuve seguro. Un giro de 90 grados a la derecha para meterse en un bosque de pinos que el día del Festibike del 2009 nos pasamos de largo unos pocos metros, Andrés y Oscar se acordarán.

En el km 30 el segundo avituallamiento. Más de lo mismo. Esta vez nos comemos la mitad de esa fruta llamada plátano. Justo en ese avituallamiento estaba también el cruze para hacer la marcha larga o la corta. ¡NOS DECIDIMOS POR LA CORTA!

Ahora las disculpas de rigor. Es que ya eran las 13:50 y yo tenía una comida familiar en Madrid a las 15:30. No nos daba tiempo a hacer la larga. Es culpa de la organización por poner una marcha que empieza ¡¡¡A LAS 11:00!!!

En fin que en cinco kilómetros más ya estábamos pasando la línea de meta entre aplausos. Yo no levanté los dos brazos porque la rueda delantera al no llevar un radio temblaba un poco y no era plan de levantar los brazos y pegarme la gran torta delante de tanto espectador.

Coche y pa'casa.

Conclusión
Una marcha interesante. Ideal para empezar la temporada. Un recorrido bonito, entretenido, no muy difícil desde el punto de vista técnico pero tanto rompe piernas, aunque asequible desde el punto de vista físico (apenas 700m de desnivel acumulado). Lo peor la hora de salida ¡Pero donde se ha visto!

Os dejo con el mapa de la ruta:



View Bici-20100207-Valdemorillo 2010 in a larger map

El perfil:

Y algunos datos:
  • Kilómetros: 34,95 Km Lo dicho, un paseo
  • Tiempo rodando: 2:41:26 (3:18:14 para el total de la ruta)
  • Velocidad media: 10,63 km/h Lo dicho, un paseo
  • Velocidad máxima: 39,60 km/h Es que ni pa'bajo corrimos
  • Km de la bici: 2.903 Desde que la tengo yo
  • Pulsaciones medias: 120 Lo que se dice al tran-tran
  • Pulsaciones máximas: 162 ¿He mencionado que fue un paseo?
  • Calorías consumidas: 1.694 El potaje que, a pesar de llegar ligeramente tarde, mi tía me sirvió hace que el balance calórico de hoy sea positivo.
p.d. Al comparar el track de esta ruta con el del Festibike 2009 se ve que efectivamente Matrix funciona. Los últimos kilómetros de la ruta de hoy los habíamos rodado en el Festibike. Ya estoy mucho yo más tranquilo.

A cuidarse
Javier Arias González

jueves, 4 de febrero de 2010

Cannondale Synapse Carbon 5 - mi nueva bici

¿Qué pasa "biciosos"?

La semana pasada he estado en New York y he aprovechado para comprarme mi primera bicicleta de carretera, una Cannondale Synapse Carbon 5 (modelo del año 2009).

He hecho memoria y creo que en toda mi vida he montado cuatro veces en bicicleta de carretera. La primera, y para estrenarme, una subida a los lagos de Covadonga hace poco más de dos años. La segunda las seis tetas con el Pakefte. La tercera vez fue mi participación en la Lale Cubino del 2008 y la cuarta un Lugones - Otur que hice junto a mi tio.

Pero a partir de ahora esto va a cambiar ya que pienso probar durante este año a combinar la bicicleta de carretera con la de montaña. De monento, y por aquello de tener un objetivo medible, ya estoy inscrito en la Quebrantahuesos 2010.

A cuidarse
Javier Arias González