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domingo, 13 de junio de 2010

Kilómetros negros

¿Qué pasa "biciosos"?

Kilómetros negros son esos kilómetros que ruedas sólo porque no le has dicho a nadie que tenías pensado salir. Es un entrenamiento encubierto. Es ponerse a tono sin que los demás lo sepan para luego sorprenderles con tu estado de forma.

No es mi estilo, pero eso es lo que hice yo hoy.

Claro que yo me justifico. Ando preocupado porque las últimas semanas he rodado poco y sin cargarme y el próximo sábado tengo la Quebrantahuesos. Como tenía que estar en casa a las 12:00  y quería rodar muchos kilómetros me puse a dar pedales a las 7.00 de la mañana. Rodando sólo tenía más flexibilidad.

¿Qué hice? Pues me fui hasta Orusco desde casa. Lo que viene siendo. Casa, Marañosa, "San Marting", Vallekillas, Morata, subida al helipuerto, Perales, Tielmes, Carabaña y Orusco. Café y media vuelta. 129 kilómetros en total que me hice en 5 horas y 10 minutos de tiempo total (4:45 de tiempo rodado).

Poco que contar.

No llovió en toda la mañana.

En la rotonda de la estación de "San Marting" llevaba 28.8 km/h de media. Lo mismo es que hacía viento de culo; vamos digo yo.

Increíble pero cierto. No paré, ni siquiera a mear, hasta Orusco.

En Orusco, mitad de la ruta, kilómetro 64.5 llevaba una media de 26.8 km/h. Siguiendo las enseñanzas breveteras (lo suyo es parar sólo 15 minutos) me tomé un café con leche.

Con esto de las enseñanzas breveteras se me acaba de ocurrir un dicho ciclista:
"Cuando paras los 15 primeros minutos recuperas, luego empiezas a enfriarte"
No se si es cierto del todo, me lo acabo de inventar

A los 15 minutos exactos me puse a rodar de nuevo. Frio no estaba, pero a las piernas no les hizo nada de gracia.

Es en este momento cuando hago el gesto de ir a poner la música que tengo reservada para la vuelta a casa (música marchosa y tal) y caigo en la cuenta que no me he traído el mp3. Me hice todo el recorrido de ida sin música y ni me había dado cuenta.

Cuando llegué a Morata (al parking del helipuerto) la media era de 27.2 km/h.

Subí Vallekillas muy bien. En la rotonda después de la bajada la media seguía siendo 27.2 km/h.

Subiendo la Marañosa hacía viento de cara. Subía muuuy despacio. Hasta que me adelantaron cinco ciclistas en bicis de carretera. Les saludé, les pedí permiso para ponerme a rueda (siempre funciona) y me resguardé del viento.

Subían rápido. Tanto que descolgaron a dos compañeros. Yo resistía cuanto podía. Es la eterna duda si me quedo con los descolgados voy despacio, si me quedo sólo me como el viento y me canso y si sigo a rueda me canso. Siempre me lo planteo y siempre escojo seguir a rueda.

Cuando las cosas se complicaron (en el último kilómetro de subida) empezaron a tirar. Yo seguí a su rueda cuanto pude, pero al final me descolgaron a mi también.

En la cima de la Marañosa rodé muy despacio para coger aire. Me adelantan como balas los que se habían descolgado.

Me pongo a rueda. En la bajada alcanzamos a los dos que iban por delante.

En arroyo culebro la media seguía siendo 27.2 km/h.

Su ritmo no es que sea muy alto, pero yo ya voy machacado.

En la rotonda del avión nos separamos. Me quedo sólo.

La velocidad media que llevo es de 27.2 km/h. Es una velocidad muy alta. Lo mismo si me esfuerzo la mantengo hasta casa.

En la cuesta de los gitanos me doy cuenta que eso de siempre escoger seguir a rueda en la eterna duda lo mismo no es buena idea. Se cansa uno mucho.

Ruedo lo más rápido que puedo dadas las circunstancias y cuando llego a la avenida de Andalucía la velocidad media sigue siendo 27.2 km/h. Ole, ole y ole. Voy a llegar a casa con esta velocidad. Sólo me queda una subida digna de mención (Rafaela Ibarra).

Subida en la que hago un sprint un poco patético, pero oye, me estaba dejando la piel.

Llego a casa son las 12:10, me ducho, como unas piezas de fruta y nos vamos.

Vuelvo a casa a las 19:30. Me pongo a pasar los datos al ordenador.

¡¡¡¡Y EL VELOCÍMETRO DICE QUE LA VELOCIDAD MEDIA ERA DE 27.1 KM/H!!!!

Hago el cálculo con decimales y me sale que 27.16 km/h.

¡¡¡¡"HAMOS" HOMBRE, SI LO SE NO ME ESFUERZO TANTO. VAYA DECEPCIÓN!!!!

Decepción que se me pasa un poco cuando veo que en realidad es mi record de velocidad media desde casa a Orusco ida y vuelta y que el anterior record era de 25.18 km/h.

Bueno, siendo así no está tan mal.

Claro que ahora me he quedado preocupado por culpa de otro dicho ciclista.
"Días de mucho, vísperas de ná"
Yo se lo escuche a Antonio, la culpa es suya
Mucho me temo que me va a tocar sufrir en la Quebrantahuesos.

Los datos numéricos de la ruta:

  • Kilómetros: 129.38
  • Tiempo rodando: 4:45:47
  • Velocidad media: 27.1 (tengo que admitir que me duele que no sea 27.2)
  • Velocidad máxima: 64.6 (bajando Vallekillas)
  • Pulsaciones medias: 151 
  • Pulsaciones máximas: 181 (en el último kilómetro de la subida de vuelta de la Marañosa)
  • Calorías consumidas: 3.949

A cuidarse
Javier Arias González

lunes, 17 de mayo de 2010

Navacerrada y Morcuera - 16 de Mayo de 2010

¿Qué pasa "biciosos"?

Me había llamado Jose (no confundir con Jose del Pakefte) y me había propuesto salir con la grupeta de Juan Carlos este domingo. Por lo visto tenían planeada una ruta por la sierra de Madrid, 100 kilómetros subiendo Navacerrada y Morcuera.

Yo ya había rodado con Jose y con Juan Carlos en el año 2008 cuando participamos juntos en la X marcha Lale Cubino y me apetecía volver a rodar con ellos. Le pregunto por la grupeta de Juan Carlos y me dice que no me preocupe que no ruedan rápido. Yo acepté la propuesta. Si había acabado un 400 podría rodar 100 km por la sierra de Madrid

El miércoles Jose sale a "rodar" después de varios meses saliendo muy poco por una sesión y decide darse una paliza soberana sobre la bice. Resultado. La lesión se resiente su participación es dudosa.

El sábado Jose se prueba en la bicicleta estática y efectivamente se duele de la lesión. La prudencia aconseja que no salga el domingo. Me llama y me dice que él no va, pero que no me preocupe que salga Juan Carlos y su grupo, que yo, que he acabado un 400, aguataré bien. Y yo pienso que si, que voy, que aguantaré bien.

El sábado por la tarde, y dado me temo que para mi este año se han acabado los brevets, le quito el transportín, el soporte de la bolsa delantera y los soportes de los focos a la bici. También bajo el manillar y trato de ajustar los cambios que me habían quedado desajustados del 400 dándole un cuarto de vuelta de apriete al cable. De paso engraso la cadena y la dejo como los chorros del oro. Voy a ser una máquina sobre mi bicicleta.

El domingo por la mañana miro el cielo, hace sol y decido. No llevo guantes largos, no llevo camiseta interior, llevo coullote corto. Me llevo la chaqueta de entretiempo pero la dejo en el coche. Se me pasa por la cabeza la idea de llevar la bici de montaña en vez de la de carretera, pero finalmente desecho la idea.

A las 8:00 en Cerceda. Puntual como un británico. Puntuales ellos también.

Saludos y miradas observalotodo por mi parte.

Todos de coullote largo menos dos que van de corto. Todos con camisetas interiores. Todos menos Juan Carlos con guantes largos. Yo miro el cielo y pienso que va a hacer calor que mejor dejo la chaqueta en el coche. Al final, por no acercarme hasta el coche, por pura vaguería, no me quito la chaqueta.

Tres detalles me llamaron la atención. Algunas pepino-bicis con ruedas de perfil alto, los dos que iban de corto tenían las piernas depiladas y uno que le dice a otro si quiere usar la crema para calentar los músculos que él ya se la ha echado. ¿¡EIN!?

Empezamos a rodar. Me sitúo en la cola del grupo en paralelo a Juan Carlos. Empieza la subida. Así, en frío.

Nada más salir tres (dos eran los que iban de corto) ponen un ritmo alto y abren un hueco con el resto del grupo.

Que se van.

Que se van.

Que se han ido.

Juan Carlos y yo adelantamos a nuestro grupo y ahora estamos divididos. Tres por delante. Juan Carlos y yo y cuatro por detrás. Debemos llevar dos kilómetros de ruta. Todo pa'riba.

Juan Carlos me va contando. Los que van por delante ya han hecho la Quebrantahuesos y su intención es subir Navacerrada y luego a la bola del mundo para luego seguir a Morcuera.

Yo lamento no haber tirado con ellos para haber subido también a la bola del mundo. Pero iban demasiado rápido. No les hubiese podido seguir rueda.

Juan Carlos también me informa sobre el perfil de Navacerrada. Son siete kilómetros de subida. Algunas rampas son duras. Pero a pesar de que llevamos varios kilómetros subiendo, el puerto todavía no ha empezado. Yo voy bien.

Empieza el puerto y vamos hablando, pero poco a poco el ritmo y la dureza de la carretera hacen que nos callemos. Cuando me quiero dar cuenta llevo todo metido y las pulsaciones a 175. Estoy aguantando bien, pero no puedo ir más rápido. Juan Carlos a mi lado, con un piñón grande de 25 parece ir tranquilamente.

Nos adelantan tres ciclistas de carretera. Van prácticamente silbando y nos dejan atrás con mucha rapidez. Nos adelanta una chica en una bicicleta de carretera. Va con mucha frecuencia en la pedalada, pero poco a poco se va. Nos adelanta otro ciclista de carretera, este sólo un poco más rápido. Nos ponemos a su rueda.

Yo aguanto una distancia indeterminada, pero más de 10 metros y menos de 100. Es decir. Que me quedo.

Juan Carlos se va con él.

Vamos a ver. Aquí algo no funciona. Yo, que con mi bici de montaña soy el terror de los ciclistas de carretera que circulan por la Marañosa. Yo, que el pasado fin de semana he completado un 400 incluso disfrutando. Yo, que por pura vaguería me había traído la chaqueta de entretiempo. Ese yo estaba pedaleando con todo metido, con las pulsaciones en 180 y con la sensación de que no es que me faltasen fuerzas, sino de que eso era todo lo fuerte que yo era. Me acordé de que casi traigo la bicicleta de montaña. Que iluso, que prepotente.

Y además tenía un frío de la leche. Si es que el agua a la derecha de la carretera estaba helada. Y soplaba un viento de cara impresionante.

Me resigné a la realidad y bajé un poco el ritmo para no desfondarme en el primer puerto. Aun así las curvas antes de llegar a lo alto se me hicieron duras de verdad.

Empecé a pensar en la Quebrantahuesos y en la subida al Angliru, ambos planes para este verano. Tomé consciencia de que no tengo las fuerzas necesarias para mover el desarrollo que llevo en la bicicleta. Menos mal que ya llegaba al alto de Navacerrada y ya no me dio tiempo a pensar más.

Juan Carlos me esperaba y cuando llego a su altura me dice que vamos a tomar un café. ¡Pero si llevamos 18 kilómetros!

Pues dicho y hecho. Nos tomamos un café. Cuando llegan los que venían por detrás comentan que ellos se van a Cotos y que se dan la vuelta. Que van a buscarnos a Miraflores de la Sierra pero que se ahorran la subida de Morcuera.

Pues va a ser que nos quedamos los dos ciclistas de corto, Juan Carlos y yo. Yo a estas alturas de la mañana, con sólo 18 km en el cuerpo tengo más miedo en el cuerpo que frío. Que ya es decir.

Los dos ciclistas de corto no habían podido subir a la bola del mundo porque el hormigón estaba nevado. Uno de ellos pinchó y nos paramos a cambiar la cámara en el parking de Navacerrada. Yo tiritaba y me acordaba de los guantes largos y de la camiseta interior que había descartado en casa mientras Juan Carlos explicaba que en la sierra es normal que haga tanto aire y tanto frío.

Empezamos a bajar, pero a los dos o tres kilómetros tenemos que volver a parar. La reparación del pinchazo no ha ido bien y la rueda ha perdido aire. Vuelta a cambiar la cámara. Vuelta a tiritar.

Cuando empezamos a bajar de nuevo tirito tan fuerte que me cuesta mantener el manillar recto. Encima esta gente baja muy rápido para mi. Hoy era la décima vez que montaba en bici de carretera y no tengo yo costumbre de bajar a 50 ó 60 kilómetros por hora mientras tirito.

Me cuesta seguir el ritmo, en un par de curvas me abro demasiado. Pero a base de levantarme sobre la bicicleta con todo metido a la salida de las curvas consigo mantener el ritmo de la bajada. Como a medida que bajamos la temperatura sube empiezo a encontrarme cómodo en la bici.

Llegamos al Paular y me acuerdo de la regla de los siete kilómetros y decido comerme una barrita energética.  Bebo y como a la cola del grupo de cuatro mientras me mentalizo para la subida a Morcuera.

Cuando llegamos a Rascafría deciden que paramos a tomar algo. Los dos que iban de corto, los que habían intentado subir a la bola del mundo no habían tomado nada en Navacerrada y se toman un café y un donuts de chocolate. Yo, más prudente, me tomo un aquarius de naranja.

La parada no duró ni diez minutos. Nos pusimos en marcha en fila de a uno dirección al puerto de Morcuera.

Veo un cartel que pone al puerto de Morcuera 16km. Llevamos 40 kilómetros de ruta. Pues tampoco es tanto.

Llegan las primeras rampas. Los dos que van de corto mantienen el ritmo y a los 100 metros y me doy cuenta de que no voy a poder seguirlos. Levanto el pie y dejo que se vayan. Juan Carlos se queda conmigo.

Entiéndaseme bien. No es que yo fuese mal. No, yo iba bien. Pero es que estos tíos iban a toda leche.

Levantar el pie significaba rodar con las pulsaciones a 175 atacando las rampas del puerto. Me notaba al límite y Juan Carlos con su corona grande de 25 piñones, con la que el próximo fin de semana se va a subir los lagos, subía bastante más relajado.

Y oye que no íbamos muy despacio. Que adelantamos a dos ciclistas de la peña Morcuera y a los pocos kilómetros a otros dos del mismo grupo.

Poco a poco nos vamos haciendo con el puerto. Van pasando los kilómetros y de vez en cuando hay zonas en las que se puede descansar. Me empiezo a animar no podré ir más rápido, pero se que no estoy desfondado.

Coronamos el puerto y casi sin parar empezamos el descenso. Un descenso rápido y con buena visibilidad. En un santiamén estábamos en Miraflores de la Sierra y allí nos esperaba los dos ciclistas de corto y parte de la grupeta.

Ni nos paramos. Enseguida se puso en marcha uno de los de corto y puso un ritmo endiablado. Yo lo podía seguir, pero a base de levantarme sobre la bicicleta y de llevar las pulsaciones altas, pero notaba que aguantaba bien.

Los kilómetros iban pasando y el grupo no bajaba de 30 km/h ni cuesta arriba. Yo iba echando cuentas de los kilómetros que nos quedaban y sabía que aguantaría a este ritmo hasta, pero era claramente un ritmo duro, que desgasta.

De repente, sin darme cuenta estábamos en Cerceda. Sólo llevábamos 88 kilómetros, pero la ruta se había acabado. Eran las 13:30 de la mañana.

Pensé: vale, no estoy tan fuerte como yo creía, pero yo aguantaría otra vuelta a la ruta. Pero lo cierto es que desde la tranquilidad de mi sofá se que ese era un cheque sin fondos. Yo no estaba cansado, pero me habían vaciado las piernas en 88 kilómetros.

Después del subidón del 400 hoy tocó lección de humildad. Bueno para la quebrantahuesos.

Los números:

  • Kilómetros: 88.21
  • Tiempo rodando: 3:44:25
  • Velocidad media: 23.5 km/h
  • Velocidad máxima: 65.6 km/h
  • Pulsaciones medias: ¡¡¡¡¡149!!!!!
  • Pulsaciones máximas 218 (es que el pulsómetro algunas veces se vuelve loco)
  • Calorías consumidas según el pulsómetro: 3.315
  • Calorías por kilómetro: 37.58, frente a las 25.26 del 400

A cuidarse
Javier Arias González

domingo, 16 de mayo de 2010

Mi primer 400, el 400 de Algete - 7 y 8 de Mayo de 2010

¿Qué pasa "biciosos"?

Los prolegómenos
La semana anterior me había caído de la bici de montaña en Asturias y la consecuencia más importante era un agudo dolor en el brazo. Me dolían los tendones. Me dolían mucho los tendones si giraba la mano. No tenía nada claro yo eso de participar en el 400.

No fuí a trabajar en bici durante toda la semana para dar descanso al brazo.

Toda la semana procuré dormir 8 ó 9 horas cada día para estar descansado. No había perdido la esperanza de participar en el 400 de Algete.

La noche del Miércoles al Jueves me costó dormirme. Pensaba en el 400; que ritmo llevar, como soportar la noche, etc. Estaba nervioso.

El Jueves decidí que participaría en el 400. Si me ponía nervioso quería decir que el subconsciente ya sabía que yo participaría aunque yo todavía no me hubiese decidido. Subí la bicicleta a casa y empecé a poner sobre una cama todo lo que tendría que llevar. No tengo muy claro que ropa llevar, por si acaso pongo una camiseta interior, una maillot y una chaqueta de entretiempo. Guantes largos y cortos por aquello de hacer caso a lo que había aprendido en el 300. Coullote corto que, aunque Juan haya dicho que va a hacer frío, en las piernas no se pasa frío. Una vez tomada la decisión me sentía muy tranquilo. A eso se le llama inconsciencia.

El Viernes trabajé sólo por la mañana. Comí en casa un plato enorme de ensalada de pasta regada con vino tinto.


Me acosté a dormir una siesta, el vino hizo su efecto y dormí profundamente una hora y media. Entre sueños decidí que necesitaba instalar en la bicicleta un transportín para poder llevar todo lo que necesitaría. Me levanto a las 17:00 y me voy a Ciclos Delicias, así, sobrado de tiempo, a hacerme con un transportín y su correspondiente bolsa. Encantado con mi compra me voy a casa y saco provecho a mis conocimientos de mecánica (!!!???) para montar un transportín en una bicicleta full carbon. No queda muy pro, pero yo estoy encantado con el resultado.

Ceno ensalada de pasta, esta vez regada con agua del grifo, a las 19:00. Me tomo un café con leche en vaso en el bar de debajo de mi casa. Salgo ha buscar a Agustín y entre pitos y flautas a las 21:30 aproximadamente llegamos al polideportivo de Algete. Nos registramos. Nos encontramos con los compañeros del Pakefte, incluida Paloma que no tenía pensado participar, pero nos daba ánimos. Nos acicalamos. Esto está a punto de empezar.

Estoooooooo. ¿Qué hace todo el mundo con coullote largo?. Lo comento con los compañeros y todo el mundo está de acuerdo en que va a hacer un frío de la leche y que ir de corto es de locos. Bien; pues yo de corto. Menos mal que el maestro Edu llevaba coullote largo y también perneras por si se decidía a poner el coullote corto. Y no sólo las llevaba sino que me las ofrecía. Todavía opinando que casi treinta ciclistas estaban equivocados y que yo, en mi primer 400, era el que tenía razón, acepté las perneras de Edu no fuese que al final fuera yo el equivocado.

El plan
Pues muy sencillo. Empezar a rodar a las 22:00 y hacerse 400 kilómetros en menos de 27 horas. El perfíl tenía esta pinta (aunque hubo cambios de recorridos en los últimos kilómetros).


Se esperaba viento a favor durante los primeros 140 kilómetros y viento en contra los últimos 225 kilómetros (esto es un poco injusto ¿no?). Durante el Viernes había llovido en plan tormenta, pero no se esperaba lluvia durante el recorrido. Algunos ciclistas opinaban que durante la noche haría mucho frío, pero no todos. 

Trataría de ir publicando la experiencia en mi perfil público de Google Buzz.

¿Quien se vino?
Aunque teníamos la intención de hacer la brevet completa siete, al final, de una manera o de otra fuimos diez. En perfecto orden alfabético:

  • Agustín. El que baila sobre la bici. El heterodoxo que nunca será admitido en un club de pros.
  • Antonio. El rey. El que se mueve a ritmo constante mientras los demás pululamos a su alrededor.
  • Buje. La elegancia y la clase sobre la bicicleta. El que siempre da la impresión de ir bien. 
  • Edu. Sabio, maestro. El de eléctrico ritmo.
  • Jose. El generoso. El que siempre ofrece rueda. El de poderoso rodar.
  • Josu. El que josuea. Genio y figura.
  • Juan. El opositor. Al que unos pocos kilómetros le sirven para plantearse hacer el próximo 400.
  • Paloma. El ánimo constante. La que se aparece tras las curvas repartiendo ánimos y apoyos.
  • Pilar. La recuperada. Traficante de Guayaba.
  • Yo. María dolores.
Para Agustín, Buje, Jose y para mi este era nuestro primer 400. Antonio, Edu y Josu ya tenían experiencia en estas lides.


¿Cómo fue la ruta?
Empezamos muy bien. Los (aproximadamente) treinta ciclistas en pelotón. Enseguida nos encontramos en carreteras sin tráfico. El brazo sólo me dolía si pillaba un bache, eso si, si pillaba un bache veía las estrellas (en el sentido figurado, que hay discrepancia de opiniones sobre la presencia de estrellas en el cielo durante la ruta). Radio María amenizaba con sus cánticos la ruta y no hacía mucho frío, yo llevaba puestas las perneras de Edu, pero sólo por si acaso.

A una hora indeterminada, en un punto indeterminado de la noche el café hace su efecto y me paro a mear. El pelotón sigue a su ritmo. Cuando me pongo en marcha los he perdido de vista. Estoy sólo en mitad de la ¿estrellada? noche (Insisto. Hay discrepancia de opiniones entre los participantes sobre la visibilidad de las estrellas visibles en el cielo durante la ruta. Yo uso aquí estrellada porque le da un toque poético a la crónica pero la pongo entre interrogaciones para ser lo más fiel posible a la realidad; aunque no importe. Fin de la nota). Me alegra comprobar que mis dos focos (Cateye HL-EL530) dan buena luz. Acelero para alcanzar al pelotón. Viene una bajada. Luego una subida que reconozco del 300 (impresionante memoria). Subo a ese ritmo indefinido del que quiere alcanzar a sus colegas, ya a la vista, pero no quiere gastar más de lo necesario. En lo alto de la cuesta los alcanzo. La cuesta ha hecho que el pelotón se deshaga y ahora, fieles a la tradición, los del Pakefte vamos los últimos; o los penúltimos.

Momento nebuloso en mi memoria.

Llegamos a Cogolludo. El lugar donde teníamos planeada la primera parada. Un sitio ideal dado que es un pueblo que tiene una máquina de refrescos que funciona. Es la 1:00 de la madrugada y, obviamente, no hay nada más abierto. Llevábamos tres horas seguidas pedaleando sin parar (salvo la parada fisiológica) y Edu había programado una parada de 15 minutos. Yo, gracias a la experiencia del 300, unos kilómetros antes ya me había hecho una lista de las tareas que tenía que hacer. Parada. Sacar un bocadillo de nocilla (con pan integral), subir el sillín que iba un poco bajo, apretar el foco derecho que estaba un poco flojo, comer una barrita energética, mear, empaquetar todo. Listo en 15 minutos exactos. Nos ponemos en marcha.

Estooooo; no me acuerdo de que venía por aquí, pero sigo con lo que me acuerdo.

Pin pan pun. Pin pan pun llegamos a Atienza. Y todo bien.

Vamos a ver, entendámonos. Estamos parados en una fuente sin nada alrededor. Son las 3:45 de la mañana. Llevamos pedaleando 5 horas y 45 minutos (habría que descontar las paradas fisiológicas que aunque no me acuerde seguro que existieron). Hemos recorrido 108Km (míralo de esta manera, ya llevas un cuarto de la crónica). Llevamos 40 minutos de retraso según el horario de Edu que con precisión alucinante había pronosticado que llegaríamos a Atienza a las 3:05. Pero no importa, pararemos sólo 15 minutos. También esta orbayando (aunque no está previsto que llueva) y yo hace varios kilómetros que he dado la razón a aquellos, tampoco tantos, que decían que haría frío. Las perneras, aunque me venían grandes (pedazo de piernas las del Edu) me salvan de que se me congelen las rodillas. Gracias, gracias y gracias Edu.

Reconozco que el panorama no es como para calificarlo de "todo bien". Pero es que nos acabábamos de re-agrupar con Edu y Jose que habían rodado los últimos kilómetros por delante del Pakefte y a mi eso me alegra. Además yo me estaba comiendo un bocadillo de chorizo (con pan integral) y un plátano y me estaba sentando de maravilla. Pero es que, por si fuera poco, estando allí parados, llegan los de Pueblo Nuevo lo que significa que no íbamos los últimos. ¿Cómo no iba a estar todo bien? 

Claro que lo vivido a la salida de Atienza casi acaba con tan optimista percepción.

El panorama era este. Se empieza subiendo. Es una rampa corta y medianamente dura, pero eso no significa que no sea subiendo. No mola. Después de la subida viene una bajada y a pesar de lo que pudiera parecer tampoco mola. ¡¡¡¡La carretera está llena de baches!!!! ¡¡¡¡Está lloviendo!!!! ¡¡¡¡NO VEO NADA!!!!

Lo de la buena luz de mis dos focos (Cateye HL-EL530) resulta que tampoco es para tanto. Con las gafas puestas no veo nada y sin ellas tampoco. Yo trato de esquivar los baches. Pero con poco éxito. Como mucho consigo esquivar uno o dos, el resto los pillo todos. Diga lo que diga la polémica yo, en esta parte del recorrido, y a pesar de que el cielo esté cubierto, veo las estrellas. Además de colores. ¡¡¡¡Encima hace frío incluso con perneras!!!!

Edu marcaba un ritmo eléctrico. Buje y yo intentábamos seguirle. Rodábamos posiblemente un poco más rápido de lo que la prudencia aconsejaba. El resto del Pakefte se había quedado atrás.  La carretera era un constate sube y baja (con baches), seguía lloviendo. Las perneras se me caían, sobre todo la derecha. Tenía ganas de mear.

Casi empiezo a pasarlo mal, pero decidí avisar a Buje que yo paraba. Meo, me subo las perneras y nos ponemos en marcha. Acordamos entre nosotros que a Edu ya no le pillamos y por lo tanto ponemos un ritmo más sensato. De repente se acaban la carretera de los baches y rodamos sobre  buen asfalto. ¿Qué más da que todo estuviese lleno de charcos? Todo volvía a estar bien.

Buje y yo rodamos con cierta tranquilidad bajo la lluvia. Yo llevo buen ánimo a pesar de que llueve con fuerza, de que la pernera derecha se me baja constantemente, de que un foco se me queda sin pilas (Enseñanza. No te fíes de las pilas que te vienen con los focos cuando los compras) y de que de vez en cuando tengo que parar a mear. Buje no si lo lleva con buen ánimo o no, pero desde luego lo lleva con su elegancia habitual mis constantes interrupciones y paradas.

En un punto indeterminado de la ruta nos encontramos con un ciclista parado en el arcén de la carretera. Resulta que tiene la rueda pinchada. Pero no sólo eso. La cubierta la tiene ya desgastada y la rueda se pincha una y otra vez. El tío lanzaba improperios y bajaba santos del cielo de manera acorde a la situación, pero hinchó la rueda y decidió que podía seguir. Tiró por delante de nosotros, pero a los pocos kilómetros lo volvimos a alcanzar. Había vuelto a pinchar. Como no teníamos cubiertas le dijimos que pidiese una cubierta a los que venían por detrás y allí le dejamos. Lección aprendida; una cubierta no ocupa tanto espacio y te puede sacar de una situación indeseable.

En Berlanga de Duero (a lo mejor era en otro pueblo, no lo tengo muy claro) paramos a que yo me suba la pernera derecha, a mear y a comernos una barrita energética. Edu está por delante y el resto por detrás lo comentamos y decidimos seguir rodando hasta Almazán donde estaba el primer control y donde nos podríamos reagrupar.

Es triste, y a la vez no sorprendente, pero a los pocos kilómetros me volvió a fallar un foco, se me volvió a bajar la pernera derecha y volvía a tener ganas de mear. Volvemos a parar en medio de una carretera y bajo una lluvia considerable. En el tiempo que nos llevó la parada vimos que se acercaba un grupo de ciclistas. Al poco comprobamos que era la porción del Pakefte que venía por detrás. Nos reagrupamos y juntos rodamos camino a Almazan.

La lluvia paró y volvió a empezar un par de veces. Amaneció en las rectas camino a Almazán. Hacía un frío de la leche. ¡Menos mal que llevaba las perneras!

A las 7:22 llegamos al bar de Almazán donde debíamos sellar. Allí estaba Edu tomándose su café con magdalenas. Sellamos (lo primer siempre ha de ser sellar, que ha eso hemos venido) y a mi me costó escribir la hora. Al tercer intento lo conseguí. Llevábamos 9 horas y 22 minutos de ruta, 180 kilómetros y yo estaba helado. Me desayuno un pincho de tortilla, bisolan, café con leche y tres magdalenas.

Jose dice que se va. Yo pienso que bromea, pero no. Que se va. Que llevaba lloviendonos prácticamente las últimas cuatro horas, que el es andaluz que la lluvia no le gusta y que ya está bien de frio y humedad. Pregunta en el bar donde esta la estación del tren y para allí que se las pira.

Edu había planificado media hora de parada, pero no le hicimos mucho caso. Necesitábamos una parada un poco más larga. Por lo menos 40 minutos. Edu decide que el tira. Nosotros nos quedamos.

Cuando salgo para empezar a recoger, todavía tiritando, me encuentro con Jose. Por lo visto hay un tren a las 09:18, pero no estaba claro que admitan bicicletas. El siguiente tren es sobre las seis de la tarde. No quiere arriesgarse a quedarse atrapado en Almazán. Yo me alegro. Me gusta que Jose siga en el grupo.

Empezamos a rodar no se a que hora, con frío, sin lluvia pero con el previsto viento de cara. En las primeras rampas nos dividimos. Antonio, Buje, Jose y yo por delante; Josu y Agustín por detrás, a su ritmo. Yo intento hacer reset mental. Intento convencer al cuerpo de que es un día normal y que empieza la ruta. No estoy seguro de si hace efecto, pero oye así se entretiene uno.

Empezamos a subir hacia Baraona. A mi las rampas me sentaron bien. ¿Os lo podéis creer? Toda la noche pedaleando y las primeras rampas de la mañana me sientan bien. Pero es que el esfuerzo de subir hace que entre en calor y aunque sople el aire el cuerpo se entona.

Llegamos a Baraona. Paramos en una fuente que resulta no tener agua. Bebo del botello, me como una barrita. Intento poner un post en Buzz pero no hay cobertura. Pues así las cosas nos vamos. Y cuando nos vamos a poner en marcha llegan Agustín y Josu con un tercer ciclista, uno de los de Pueblo Nuevo. Como deciden no parar nos unimos a su grupeta y nos disponemos a llanear por el altiplano, el primero de los tres que recorreríamos.

Enseguida la bajada. Muy rápida y después de un giro a la izquierda. En algún momento nos alcanzaron dos ciclistas más de los de Pueblo Nuevo y los tres de este grupo enseguida nos adelantaron y se fueron a su ritmo.

No me entraba ni el tercer ni el cuarto piñón más grande. Lo que quiere decir que o rodaba atrancado o rodaba demasiado suelto. Se acercaba la carretera del éxtasis y yo estaba tenso.

La carretera de éxtasis son los 14 kilómetros de entrada a Sigüenza. Una carretera recta, donde los coches corren que se matan, en constante sube y baja y con una subida al final. ¡¡¡Y LLENA DE BACHES!!!

La carretera del éxtasis me estaba machacando sicológicamente y de dolor cuando alcanzamos a los tres de Pueblo Nuevo que habían parado y se ponían en marcha justo cuando los adelantábamos.

Les cogí rueda. A su rueda me cubría del viento de cara y podía rodar con el quinto piñón con cierta comodidad. Si hay que pasar la carretera del éxtasis a pasarla lo más rápidamente posible por el bien de mi brazo.

Cuando llegamos a la cuesta final probé a subir con el segundo piñón más grande, pero era demasiado poco. Metí el quinto piñón pero era mucho. ¿Qué hago? Pues aunque sea gastar fuerzas opto por el quinto piñón. Mejor ir más rápido. Me levanto sobre la bicicleta y dejo atrás a los tres de Pueblo Nuevo abriendo hueco rápidamente.

Cuando llego a Sigüenza busco en Google Maps talleres de bicicletas en los alrededores, pero el más cercano estaba en Atienza. Si, el atienza por el que habíamos pasado hacía 120 kilómetros estaba a unos 30 kilómetros de Sigüenza. De todas maneras demasiado lejos como para llevar la bicicleta.

Cuando llego al bar de Sigüenza y sello son las 11:20. Llevamos 13 horas y 20 minutos de ruta, 242km. Yo me siento cansado y preocupado ante la perspectiva de tener que rodar 160 kilómetros sin los dos piñones que más molan.

Menos mal que Edu, que acababa de comer cuando nosotros llegábamos, se ofreció a echarle un vistazo al cambio. Lo arregló con un simple cuarto de giro para apretar el cambio. Lección aprendida, tengo que hacer un curso de mecánica básica, la diferencia de apretar un cuarto de giro es inmensa. Eso y el medio tupper de ensalada de pasta que me comí bebiéndome un acuarius y el caer en que a partir de ahora ya conocía el recorrido (era el mismo que la segunda parte del 300) hicieron que me recuperase física y anímicamente.

De Sigüenza se sale subiendo. Y subiendo en la salida de Sigüenza, al llegar a lo alto de una de las rampas más duras de todo el 400, entendí el secreto de los breveteros. Había subido con todo metido. Muy, muy despacio. Yo tenía fuerzas para haber subido mucho más rápido (bueno, tampoco tanto, tanto) pero cuando coroné me alegré por lo "descansado" que había subido. Despacio si, pero sin desgastarse.

Coronamos, también al tran tran, la subida a Mirabueno. Nos reagrupamos, todos menos Edu que tiró por delante. Empezaba el segundo altiplano. El viento era de cara, pero se acercaban kilómetros con el terreno favorable.

Parada en la fuente de las inviernas. Llegan algunos de los de Pueblo Nuevo. Y cometimos un error. Que si si, que si no, que si te espero que si tires; total que Josu tiró por delante y dejamos a Agustín por detrás. No es buena idea eso de dividirse cuando tienes viento de cara, pero es que en el Pakefte es así.

Antonio, Buje, Jos y yo formamos un grupo muy bueno. Nos pusimos en fila, empezamos a darnos relevos y por unos kilómetros alcanzamos buena velocidad de crucero.

En Masegoso vimos a Paloma. Paramos a recibir sus ánimos y a compartir con ella la alegría de verla. Nos informó que Josu iba por delante, le contamos que Agustín venía por detrás.

A los pocos kilómetros alcanzamos a Josu que iba un poco tocado. Nos propusimos tirar de él y pusimos un ritmo lento que le fuese asumible. Poco a poco nos acercamos a Brihuega.

Cuando empezábamos la dura rampa de Brihuega nos adelanta a toda velocidad Agustín. ¡Que alegría!. Resulta que había hecho grupeta con dos de Pueblo Nuevo y dándose relevos habían venido bastante bien hasta Brihuega. En el bar de Brihuega, en todo lo alto del pueblo, nos reagrupamos. Paloma estaba allí, Edu estaba echando una cabezada en el coche y los demás nos pusimos a comer. Eran las 15:50, llevábamos 300 kilómetros en las piernas después de 17 horas y 50 minutos de ruta. Nos quedaban 100 kilómetros, pero empezaba el terreno desconocido. Me comí el resto del tupper de ensalada de pasta, me comí una bolsa de patatas fritas y me tomé un café con leche. Pase lo que pase que me pille bien comido.

Nos ponemos en marcha. Agustín y Josu habían salido unos minutos antes pero al poco los alcanzamos, formamos un grupo con los siete del Pakefte y empezamos a darnos relevos a un ritmo que fuese asumible por todos. Y lo hicimos razonablemente bien.

En algún punto del valle del Tajuña nos cruzamos con Juan y Pilar que habían salido a nuestro encuentro para hacernos de liebres. Que alegría ver a Pilar de nuevo sobre la bici después de la caida en el 300. Ahora éramos nueve y aunque los relevos dejaron de salirnos tan bien los kilómetros fueron pasando con alegría.

Llegamos a Armuña de Tajuña y paramos en la fuente. Todos menos Edu que no se enteró que parábamos y siguió su ruta. En Armuña me comí una chocolatina que llevaba y un trozo de dulce de Guayaba que me dio Pilar. Según Juan es lo que toman los ciclistas colombianos cuando se disponen a subir un puerto. Y es que nos acercábamos a la subida al Pozo de Guadalajara. 6 kilómetros de subida, suave, todo hay que decirlo, cuando llevas 350 kilómetros en las piernas requieren toda la ayuda posible.

Pues oye, sería por la Guayaba, yo no digo que no, pero la subida al Pozo se me hizo muy cómoda. Forme duo de baile con Jose y juntos marcamos un ritmo muy digno.

¡¡¡Se puso a llover!!!

Alcanzamos a Edu que se había parado a ponerse el chubasquero. Nosotros no paramos, no quisimos perder el punto que llevábamos. En una curva salió Paloma del coche a darnos ánimos mientras se mojaba. Los ánimos cumplieron su función y seguimos subiendo en nuestra nube. Cuando llegamos al Pozo paramos en la gasolinera a ponernos bajo techo y a esperar al resto del grupo.

Resto del grupo que llegó sorprendentemente pronto. Aquí todo el mundo había hecho una subida a buen ritmo.

Nos pusimos los chubasqueros y nos pusimos en marcha justo cuando llegó a la gasolinera el grupo de los de Pueblo Nuevo. No éramos los últimos y alguien comentó que ahora ya no podíamos ser los últimos.

El caso es que no llevábamos ni un kilómetro rodando y pincho Josu. Nos paramos todos en la cuneta mientras Josu y Buje cambiaban la cubierta. Menos mal que había parado de llover (el típico efecto de ponerte el chubasquero).

Nos quedaban sólo 40 kilómetros, pero ese tramo de la carretera es el peor de todo el brevet, sin contar la carretera del éxtasis. Muchos coches, muy rápidos y nada de arcén. Menos mal que el terreno es favorable.

En Alcala de Henares Juan y Pilar se despidieron para ir a coger el tren. No tengo muy claro cuántos kilómetros habían hecho con nosotros (¿60?, ¿70?), pero es que no importa. El haber podido compartir con ellos parte de la ruta ha sido un placer y una alegría.

Salimos de Alcalá de Henares y debido a un accidente la policía nos desvió a un camino de tierra. Yo lo hice entero sosteniendo el manillar sólo con el brazo izquierdo. El brazo derecho me dolía demasiado.

Al poco pincho la rueda delantera. Kilómetro 386 (creo) de la ruta, sólo quedan 14 y pincho la rueda delantera. Me quedé un tanto parado, pero no importó Agustín y Buje (creo) se pusieron a repararme el pinchazo. Y cuando reparaban el pinchazo vimos a los de Pueblo Nuevo que nos adelantaban por otra carretera camino de Algete. Montamos (en realidad montaron) la rueda con rapidez y nos pusimos en marcha; eso ya con menos rapidez.

Subimos y bajamos los repechos camino de Algete lo más dignamente posible. Yo me sentía bien de fuerzas y de espíritu. Los piñones de la bici volvían a saltar, pero con lo poco que quedaba y con los de Pueblo Nuevo amenazando con hacernos cumplir con nuestra tradición no iba a ser yo el que parase al grupo.

De repente la demostración de que estamos locos de atar.

No es que llevásemos unos 395 km después de casi 24 horas con lluvia, viento de cara, piñones flojos y carreteras del éxtasis. No, eso hasta se puede entender.

Lo que no se puede entender es que de repente se lance un sprint. Yo no tengo claro como fue el tema. Sólo se que yo no lo inicié. No daré nombres de los insanos pero lo que si que tengo claro es que ante un sprint yo metí plato y aceleré con todas mis fuerzas. Total, los brazos ortopédicos de hoy en día son muy buenos.

Fíjate tu que llegamos al polideportivo de Algete y finalmente un poco antes que los de Pueblo Nuevo. Yo sellé mi tarjeta a las 21:25.


Este fue el momento de la alegría. Alegría por haber acabado. Alegría por haber llegado juntos. Alegría por estar razonablemente entero. Alegría por haberlo pasado tan bien.


¿Qué aprendiste?

A saber:
  • Que en un 400 puede hacer mucho frío.
  • Que las perneras son un complemento ideal. Pesan poco y si hace calor te las puedes quitar.
  • Que Edu tiene unas piernas impresionantes, sobre todo la derecha.
  • Que no tienes que fiarte de las previsiones meteorológicas. Sobre todo si dicen que no va a llover.
  • Que no mola cruzar puentes sobre los ríos después suele venir una subida. Esto me lo enseñó Antonio en mi primer 300, pero como se me olvidó ponerlo en la crónica lo pongo aquí para que no se me olvide.
  • No te fíes de las pilas que te vienen con los focos que te acabas de comprar. Ni son alcalinas ni na' y, obviamente, no durarán la noche de un 400.
  • Lleva una cubierta de repuesto. No ocupa tanto y cuando la necesitas pocas cosas pueden sustituirla.
  • Apúntate a un taller de mecánica básica. La alternativa es obligar a Edu a que participe en todos los brevets en los que participes.
  • No me acuerdo de más. Aprendí más cosas pero se me han olvidado.

Los números
  • Kilómetros: 399.21 No me quedaron ganas de hacer rotonding para llegar a los 400.
  • Tiempo empleado: 23 horas y 25 minutos. 
  • Tiempo rodando: 19 horas y 4 minutos.
  • Tiempo parado: pues la diferencia 4 horas y 21 minutos.
  • Velocidad media: 20.9 km/h
  • Velocidad máxima: 61.5 km/h
  • Pulsaciones medias: 118 ppm Sin desgastarse
  • Pulsaciones máximas: 167 ppm Seguramente en el sprint
  • Calorías consumidas según el pulsómetro: 10.083
  • Kilómetros de la bici: 1.170
  • Fue la quinta vez que montaba sobre la Cannondale y la novena vez en mi vida que montaba en bici de carretera. 
Una versión de la misma historia contada por Jose puede leerse en su crónica BREVET 400 KMS EN ALGETE - 8 DE MAYO DE 2010.

A cuidarse
Javier Arias González

lunes, 12 de abril de 2010

Mi primer 300; el 300 de Algete

¿Qué pasa "biciososo"?

No puedo hacer una crónica de mi primer 300; el 300 de Algete, organizado por el GC Pueblo Nuevo. Desde mi primer 200 intuía que la mejor forma de afrontar un 300 era desconectar la mente del recorrido, renunciar a mi tendencia natural que me pide medirlo y tratar de memorizarlo lo máximo posible. Por eso no medí ni recorrido, ni tiempos de paso, ni velocidades o pulsaciones; por eso me esforcé en concentrarme en tres objetivos: ahorro en el esfuerzo, inundar mi mente de pensamientos positivos y aprender lo máximo posible.

Sobre los dos primeros no hay mucho que contar. El ahorro en el esfuerzo se consigue pedaleando sin alardes, conteniendo las ganas de ir a un ritmo más alto sólo porque puedes, pidiéndote constantemente tranquilidad. Los pensamientos positivos me vienen de manera natural, por lo que nada especial tengo que hacer. Estuve atento al momento de crisis que a buen seguro habría de llegar para tratar de identificarlo y “positivarlo” en la medida de lo posible.

Sobre lo que si puedo escribir es sobre lo que aprendí. No puedo hacer una crónica de mi primer 300 pero si puedo contar lo que aprendí en mi primer 300. Esto es lo que recuerdo haber aprendido (sin un orden concreto).

Tienes que ser autónomo. Y aunque no estemos hablando de economía si que se trata de un remedio para evitar las crisis.

Contente. Aunque puedas ir más rápido, contente. Procura no pasar del 80% de tus pulsaciones máximas. El camino es largo y plagado de sorpresas. Nada de alardes, ni al dar relevos ni al coronar puertos; aunque te cueste, tu inténtalo. Que cuando al final del recorrido digas “pues yo estoy bien” sea sólo medio mentira.

Yo no soy el único loco que se levantó a las 4:00 de la mañana con la ¿sana? intención de empezar a pedalear a las 6:00, todavía noche cerrada, y no parar más que lo necesario hasta completar 300km. En la salida había un grupo de unas cuarenta personas. Esta claro que hay gente pa’to

El desfilar silencioso de un pelotón de bicicletas con sus luces delanteras blancas y sus luces traseras rojas por una carretera sin coches cuando todavía es noche cerrada (aproximadamente las 06:30) tiene algo de espiritual, pero no tengo muy claro el que.

La luz delantera que usas para circular por la ciudad no es suficiente para circular de noche por la carretera. Los coches te ven perfectamente, pero tu no verás un pimiento. En las carreteras no hay iluminación y la bicicleta de carretera corre más que la urbana. Hazte con unos buenos focos si no quieres tener rezarle a Odín para no comerme un bache cuando bajas a 50km/h

La rueda de Edu y Paloma es muy buena. Ritmo contenido pero constante. Parar lo justo pero desgastarse también lo justo. Edu se conoce el recorrido y además da conversación salpicada con anécdotas, Paloma te adelanta bajando en posición aerodinámica recordándote que puedes ser más eficiente. En caso de duda a ritmo de Edu y Paloma.

Puede llegar a ser muy útil el tener la ruta cargada en el GPS, pero eso no te exime de la responsabilidad de hacer un trabajo previo de análisis del recorrido, sobre todo si no lo conoces. Los GPS se quedan sin batería, te mandan por recorridos “alternativos” o incluso, los más inteligentes, te piden que te des la vuelta.

Cuando se pare no te entretengas, lo primero que te pongan el sello que para eso has venido; luego come, bebe, rellena  los botellos y vete al servicio. Las paradas son  cortas para no enfriar mucho.

Hay un ciclista al que le da por cantar salmos responsoriales en las subidas. A falta de conocer su nombre le hemos apodado Radio Maria (¿debería este término entrar en el diccionario del Pakefte?) y, al parecer, es un clásico de estos sarados. Atención anécdota: En lo alto de una subida larga me paro a hacer mis necesidades fisiológicas menores y veo que se aproxima Radio María. Cuando llega a mi altura se para y me pregunta "¿Necesitas ayuda?". No, contesto yo. "Sólo me he padado a orinar" (me dio corte usar el término "mear" ante su pia apariencia). Pues sin más siguió su paso cantando salmos y alabanzas. Sigo insistiendo en que hay gente para todo.

Asegúrate de llevar ropa adecuada. En 16 horas de un día de primavera la temperatura puede variar considerablemente. Te podrás helar de frío y te podrá quemar el sol en la misma salida. Unos guantes largos no ocupan tanto. Los manguitos de brazos y piernas son un complemento muy útil.

Si vas a twittear, postar en Facebook o Google “Buzzear” recuerda que no siempre habrá cobertura 3G. Lo mismo aplica a tratar de consultar un mapa en Google Maps o incluso para intentar hacer una llamada telefónica. En España hay un X% de cobertura y si necesitas/quieres llamar, twittear, facebookear o buzzear es posible que estés rodando por el (100-X)% de terreno sin cobertura. La ley Murphy se inventó para estos casos.

La rueda de Antonio también es muy buena. También lleva un ritmo constante, también se conoce el recorrido y también da conversación, incluso tiene un cierto sentido del humor.

Pilas de repuesto, papel higiénico,  dinero en efectivo, crema solar, cacao para los labios, “polvos mágicos”. Todo esto pesa poco, ocupa poco; pero es importante tenerlo a mano cuando lo necesitas.

El bar donde se sella siempre está en lo más alto del pueblo. Algunos dicen que no hace falta ir a ese bar en concreto, pero yo eso no lo tengo todavía muy claro.

Antonio me enseño que una barrita energética tarda siete kilómetros en hacer efecto.

La entrada a Sigüenza se hace por una carretera de 14 kilómetros rectos, en perfecto sube y baja rompepiernas, con un asfalto en muy mal estado y con coches demostrando que los límites de velocidad no se respetan. Si a este panorama le juntas el que ya es la hora de comer y el sol ya está en lo más alto calentando tienes todos los ingredientes para pasar por tu momento de crisis. Recuerda, cómete una barrita a 21 kilómetros de Sigüenza (ver anterior enseñanza) y quítate la ropa a medida que haga calor. No te dejes caer en la tentación de “total ya espero a que paremos en Sigüenza”. 9 de cada diez ciclistas opinan que esto mola más si no se sufre (el decimo seguramente se esta quedando contigo).

El que lleva el chaleco desabrochado, hinchado al viento, pasando de la aerodinámica mientras pedalea saltarín en su bicicleta es Agustín. No falla.

Vomitona es un nuevo término digno de entrar en el diccionario del Pakefte. Acuñado por Edu usado por Paloma y adoptado a partir de ahora por mi, dícese de toda materia entre sólida y líquida envasada y vendida para aportar hidratos de carbono, entre otros elementos, a los ciclistas. De sabor dulzón, empalaga hasta el vómito, de ahí su nombre. Los pros lo llaman gel, pero no sirve para ducharse. No sabemos cuantos kilómetros tarda en hacer efecto, pero lo estudiaremos.

Luiscri es una liebre estupenda (entiéndase por liebre ciclista que se acerca a rodar unos kilómetros con los colegas). No se ceba con el ritmo, se ofrece para tapar el viento y también da conversación, ésta del Real Madrid.

Al rodar en grupo existe el peligro de que alguien le haga a alguien (con mis respetos al maestro Gila) un afilador. Cuando se produce un afilador en el grupo y Pilar rompe cinco radios de su rueda delantera es normal entristecerse porque no va a poder seguir, es normal alegrarse de que no haya sido más seria la caída, es normal que te comas la cabeza pensando si podrías haberlo evitado. Mola que la liebre tenga el coche “cerca”. Da pena dejar a Pilar atrás. Da alegría verla en Brihuega.

La rueda de Josu no es de fiar. Tiene experiencia y se conoce el recorrido, pero he oído que tiene tendencia a perderse. También tiende a hacer “josuadas”, sobre todo cuesta arriba. No le sigas, aprende a dejarle ir.

Un 300 no es momento de experimentar. No pruebes unos “polvos mágicos” que hasta ahora no habías probado; aunque en el bote ponga que aportan una energía muy buena. Te darán gases y es muy incómodo. En caso de duda pásate al Aquarius que, aunque caliente no hay quien se lo beba, tu cuerpo ya está inmunizado frente a sus efectos secundarios.

Cuando estés mal más busca tu ritmo. Jose lo hace y resulta que su ritmo es ir un poco más rápido. Pues aun así funciona.

La bici tiene que venir en perfecto estado de revista de casa. Seguramente es bueno hacer una salida previa entre sacarla del taller y hacerte un 300, esto lo digo por intuición, no por experiencia de este 300. Pero lo que si que digo por experiencia de este 300, es que si no sabes de mecánica no toques la bici. Que suene un poco el cambio no es problema. Si tocas la tensión del cambio sin saber lo que haces lo acabarás desajustando y dejarán de entrarte los piñones grandes. ¿De verdad quieres que te pase eso cuando faltan casi 100km para terminar? Eduardo (el amigo de Jose, no confundir con Edu) ha demostrado que puedes hacer tu primer trescientos con un ruido atroz en el pedalier, sobrado de fuerzas y sin que te de un ataque de nervios.

Es posible hacer del kilómetro 200 al 230 a un ritmo de 31.5km/h (medida proporcionada por Eduardo) incluso con relevos caóticos. Todo depende de si el terreno es suficientemente favorable y de si el viento de culo es lo suficientemente fuerte. Pero, aunque parezca mentira, sigue habiendo que dar pedales.

Cuando el público te aplauda y te de ánimos recuerda que no es por ti, es que Roberto ha pasado unos segundos antes y todavía les dura la emoción. Si buscas protagonismo no vayas a rueda de Roberto.

Piensa en positivo. Si un atajo te hace añorar tu bici de montaña piensa que se trata de una reafirmación de personalidad Pakeftera. Si acabas atravesando Alcala de Henares en plena noche alégrate de visitar su casco histórico, así tendrás la ocasión de añadir pavés al repertorio de superficies por las que ha rodado el 300. Si los coches pitan es para saludar, avisar de que vienen o para dar ánimos, si alguno pita para que te apartes (pitido largo e insistente) es que no sabe que los ciclistas pueden ir de dos en dos, si lo supiese no pitaría. Si de noche hace frio piensa que peor sería si lloviese. Si el viento sopla de cara de Jadraque a Sigüenza… piensa lo que quieras porque eso no lo vas a poder “positivar”.

Es posible pedalear de pie incluso cuesta abajo. Mario lo hace constantemente. Es un buen truco si te duele el culo entre la décima y la décimo tercera hora pedaleando. Yo lo he intentado pero no me ha salido.

Lleva comida de casa. No sólo barritas energéticas y vomitonas; también ensalada, fruta, etc. No fíes tu comida a un bar que no sabes ni cuándo ni cómo aparecerá. La tortilla de piñones negativos existe, mejor no estar obligado a comerla.

Pedalear en grupo es mejor que pedalear solo. No dudes en sacrificar velocidad a cambio de ir en grupo.

No te creas que lo sabes todo. Queda mucho por aprender.

Los datos:

  • Kilómetros: 297,97 (tanto 300, tanto 300 y mi cuenta se quedó en 297)
  • Tiempo rodando: 13:16:52
  • Tiempo total: 16:20:00
  • Velocidad Media: 22,40 km/h
  • Velocidad Máxima: 60,30 km/h
  • Kilómetros en esta bici: 762 (la cuarta vez que montaba en esta bici y casi le he doblado el número de kilómetros)
  • Pulsaciones medias: 125 (70% de mis pulsaciones máximas, me pongo un notable en la asignatura de contenerme)
  • Pulsaciones máximas: 164

A cuidarse
Javier Arias González

lunes, 22 de marzo de 2010

San Martin - Villaconejos - Colmenar de la Oreja - Chinchón - San Martin

¿Qué pasa "biciosos"?

Me monto en la bici y me doy cuenta de que el pulsómetro no funciona. ¡Bien!

Habíamos quedado en Legazpi a las 08:00, pero Antonio me había enviado un mensaje corto diciéndome que no venía, que el 200 había sido un 225 por lo que no tenía muy claro con quien me encontraría en Legazpi. Por si acaso me veía sólo me había echado el mp3 en el bolso; pero no, en Legazpi estaban (por orden alfabético) Diego, Jose Manuel y Roberto. En el parque Manzanares se nos unió Juan y formamos el quiteto definitivo.

Llovía. Y eso demostraba que la meteorología, aunque útil en muchos casos, no es una ciencia exacta y comete errores que afectan a la práctica del ciclismo. Se había puesto a llover justamente a las 08:00 de la mañana. Como alguien dijo justo para que ya estuviésemos fuera de la cama y yo tuviésemos disculpa para no salir. Visto como se desarrolló el día, menos mal.

Llovía, cierto; pero en realidad llovía poco. Ejerciendo de asturiano ni siquiera me puse el chubasquero. No hacía falta.

Pusimos rumbo a San “Marting” de la Vega a ritmo de cháchara. Y enseguida llegamos a la base de la Marañosa. Nos dividimos en dos grupos. Diego, Jose Manuel y yo en cabeza. Juan, que el viernes se había ido a Cuenca en bici y Roberto que ayer se había hecho el 200, por detrás. Subida a buen ritmo, pero sin hostilidades. Aquí todos somos amigos.

En la parte alta de la Marañosa parada fisiológica y me pongo el chubasquero. No es que llueva mucho, pero bajando será mejor abrigarse. Prudente que es uno.

San “Marting” sigue en obras y la forma de pillar la carretera de Colmenar sin toparse con ellas sigue siendo un misterio. Nueva parada fisiológica y me quito el chubasquero, ha dejado de llover.

Llano “ciempozueliano”. Rodamos a ritmo de 30km/h. Estos “amigos” me llevan un poco fuera de punto.
Subida a Villaconejos. Yo esta subida no la conozco por lo que mi intención es dejarme ir. Pero una cosa son mis intenciones y otra las de mis “amigos”. Diego lanza un ataque no muy fuerte con la declarada intención de picarme. Jose Manuel sale con él. Oigo que Juan les “riñe” y les dice que no me provoquen. Yo, que, como dice la abuela de un amigo, parezco el más tonto de mi edad (ella lo dice hablando de mi amigo, que es insultantemente más joven que yo). Pico y aumento el ritmo. Diego y Jose Manuel me esperan entre comentarios jocosos. Parafraseando mentalmente a ese gran icono de la cultura popular pienso. ¡Aquí se va a liar parda!

Y es que la subida de Villaconejos no me viene nada bien. Repechos cortos y duros seguidos de subidas tendidas. Malo para subir a ritmo, bueno para pegar tirones. Malo para mi, bueno para mis “amigos”. Les confieso que esta subida no me conviene, comentamos que yo soy más diesel y como pillan el mensaje el siguiente repecho se ponen los dos de pie sobre la bicicleta y me obligan a aumentar el ritmo de pedalada. Puedo seguirles, pero me están dando bien.

La subida sigue a escalones que se convierten en pequeños tirones cada vez que Diego y Jose Manuel los afrontan poniéndose de pie en la bici. Ellos hablan, yo entre jadeo y jadeo creo que dejo escapar alguna palabra.

De repente veo que atravesamos una línea en el suelo y me parece ver un P.M. pintado. Diego ha pasado el primero, yo a su rueda y Jose Manuel a la mía. Yo no comento nada. En realidad la cuesta sigue.

De repente Jose Manuel lanza un ataque. Abre hueco. Sólo unos 10 ó 15 metros, pero ha abierto hueco. Diego chilla algo que no me acuerdo, pero que cuento para que os metáis un poco más en la situación. Yo pienso, si esta cuesta acaba ahí donde parece yo puedo responder al ataque, tengo permiso del cardiólogo. Meto un piñón más, me pongo de pie sobre la bici y a pedalear se ha dicho. No se si es cierto o si me lo invento ahora mismo, pero convengamos, por aquello del espectáculo ciclista, en que Diego chilla algo, yo no se que, a mi paso.

Creo que adelanto a Jose Manuel justo cuando pasamos por donde yo había fijado el final de la subida (no nos engañemos, no merece la consideración de puerto).

Levanto el pie para coger aire. Jose Manuel también. En esto que nos pasa Diego y dice, esta vez si que me acuerto, si la subida no se ha acabado. Jose Manuel salta a su rueda. Yo confieso en voz alta que no puedo seguirles y les dejo que se disputen la victoria.

Cuando levantan el pie enlazo con ellos y cuando Juan y Roberto nos alcanzan enfilamos hacia Villaconejos. Hora de parar.

En el bar bicicleta GAC con alforjas modelo rústico como se puede apreciar en la foto.


El bar con fotos y dedicatorias de Contador por todos los lados. Pedimos al tabernero que nos sirviera aquello que le sirve al genio cuando para por esos lares, pero como no nos desveló el secreto no decantamos por el tradicional pincho de tortilla. Como tenía una tortilla entera recién hecha le dijimos que nos la quedábamos, unos con café con leche, otros con acuarius. La tortilla se quedó en 2 piñones aunque se apuntó que podría ser 2,5 piñones por aquello de que estaba recién hecha. A mi me supo a gloria porque tenía un hambre tremenda. La dicusión sobre la personalidad de los grandes deportistas. Repasamos a Contador, Valverde, Fernando Alonso y alguno más que no me acuerdo.

Empezamos a rodar y empezamos bajando, lo que siempre viene bien para ir calentando.
Después de la bajada vino un llano en una carretera estrecha con buen asfalto. Lo que sigue viniendo bien para ir calentando.

En este tramo la conversación fue muy animada. Conversábamos sobre el dopaje y lo injustamente que son tratados lo ciclistas si se comparan con los futbolistas. No es que fuésemos muy originales, pero con tanta cháchara esa parte de recorrido se me pasó muy rápida.

Claro que, de repente, Juan advirtió que girábamos a la izquierda y que empezaba la subida a Colmenar de la Oreja. Una subida dura, nos advirtió. “Yo subo a 13 [por hora]” o “Yo de 13 [por hora] no paso” fue la expresión de Diego. A mi me pareció una gran idea y a Jose Manuel también pareció parecerle. Volvimos a formar los dos grupos de subida.

Esta subida es paralela a la que hicimos en el 200 y si aquella me gustó esta me gustó todavía más. ¡Que preciosidad! ¡Que carretera más tranquila! ¡Que subida más bonita!.

Nosotros la subimos sin hostilidades, pero a un ritmo más que digno. Lo que para Diego es subir a 13 se convierte en subir a 18. ¡Y eso que subíamos hablando!.

Curvas, contra-curvas. Pedaleo de pie, pedaleo sentado. Todo regado con una conversación sobre el deterioro de la profesión del informático/teleco que acabó derivando en un análisis de la estrategia a medio plazo de Telefónica. Si es que andar no andamos un pimiento, pero, eso si, las tertulias son de nivel.
Cuando llegábamos a las conclusiones finales de nuestra conversación llegamos al alto de la subida. Nos prodigamos en elogios mientras parábamos a esperar a Juan y a Roberto.

Cuando nos reagrupamos. Me subo en la bici para reanudar la marcha y ¡CLAC! Cadena rota. Esta vez no ha sido por no engrasarla. Pero la lluvia de primera hora de la mañana la ha dejado sin aceite. Me toca quitarle otro eslabón. [Recordatorio:  Javier, tienes que cambiar la cadena a la bici]

Reparo la cadena con rapidez y eficacia y enseguida nos ponemos en marcha. Estamos a la entrada de Colmenar de la Oreja. Por la hora que es y por el recorrido que falta me doy cuenta de que se ha hecho tarde. Si sigo con la ruta planificada llegaría sobre las 14:00 a Arganda y luego tendría el metro y el tren hasta casa. Si me desviaba de la ruta y me dirigía a Chinchon, Morata, San Martin y de ahí a mi casa llegaría a las 14:00 si consigo pedalear a buen ritmo. Juan comenta que tendré viento a favor.

Analizadas las opciones decido formar mi propia disidencia y me despido de mis compañeros de ruta. Me quedo sólo.

Llego a Chinchón y caigo en la cuenta que llevo conmigo el mp3. Parada para consultar el GPS (si, es triste, pero cierto), ponerme la banda sonora que empieza Dreamer de supertramp, premonitorio y sacar una barrita.

Paso por Chinchón. Bajada rápida. Una subida de la que no me acordaba y una bajada más rápida aún. Ya estoy en el valle del Tajuña. El viento me da de cara. ¡Pues no era este el plan!

Me hago este llano a un ritmo tonto. Me estoy cansando, pero no ruedo a buena velocidad.

Empieza la subida a “Vallekillas”. Yo me lo tomo con filosofía. Subo con mucha frecuencia de pedalada, siento que no tengo fuerzas en las piernas.

Llego al cruce con la carretera de Morata. Giro a la izquierda y ya estoy en terreno conocido al milímetro. Pedaleo 100 metros y me doy cuenta de que voy fuera de punto. Estoy en un ritmo demasiado alto. “Así no llego”.

Reajusto el ritmo y me doy cuenta de que no voy tan mal. En realidad voy muy bien. Lo único que pasaba es que estaba tratando de rodar más rápido de lo que yo podía. Al verme en terreno muy conocido me ajusté y en realidad estaba muy bien. Son las 13:45; si mantengo el ritmo estaré en casa a las 14:00. Me animo. Suena el “Always on the run” de Lenny Krawitz. ¡Que título más adecuado! [me acuerdo de mi amigo, ese sobre el que su abuela no tiene un gran concepto de él].

Bajada de “Vallekillas” y el viento sopla de culo. Bajada muy rápida.

Llano argandiano y yo me encuentro bien, pero el que el viento de de culo es determinante; ruedo a 34km/h
Subida a la Marañosa. 100km de ruta. Me encuentro bien;  empiezo la subida a 27 km/h. hago la mayoría de la subida a 25km/h y el último kilómetro a 22km/h. Corono en plan campeón y meto plato grande. El viento sigue soplando de culo.

Bajada muy rápida. El repecho de Arrollo Culebro lo subo de pie para descansar de rodar sentado. Buen ritmo en el terreno favorable hasta Perales de Rio. El repecho de Perales del Rio lo subo sentado y corono a 28 km/h sin forzar al máximo. Esto de que el viento sople de culo esta muy bien.

Rotonda del avión. Me salgo del carril bici. Rehago cálculos y llego a la conclusión de que puedo estar en casa a las 13:50. Esto marcha.

Cuesta de los gitanos. Me pongo de pie sobre la bici para descansar de tanto pedalear sentado.
Se me rompe la cadena. Si, otra vez.

¡Cáspita, que mala suerte! Es la versión políticamente correcta de lo que se me pasó por la mente.
Llamo a casa. Llegaré a las 14:15. Falta, pero el árbitro no me saca tarjeta amarilla; yo entré al balón.
Quito otro eslabón, con el de hace quince días esta cadena ya tiene tres eslabones menos. Pero oye. Cadena arreglada. Eso si cuando me subo en la bici ya no era lo mismo. Estaba bien, si. El viento deba de culo, pues también. Pero el saber que ya no llegaría a las 14:00 me quitó el aliciente de picarme. Además en el mp3 sonaba Dido y en ese momento parecía un poco deprimente. Mi única preocupación era que la cadena no se volviese a romper. Empiezo a pensarme dos veces cada cambio, cada intención de ponerme de pie, cada vez que tengo intención de poner fuerza en la pedalada. Un rollo. [Recordatorio: Javier tienes que cambiar la cadena a la bici]

Sin más llego a casa. Son las 14:15. No he sido todo lo puntual que me hubiese gustado, pero estoy contento porque me he estado más fuerte de lo que me he sentido durante la mañana.

Me pongo a pasar los datos al ordenador y me doy cuenta que no había puesto en marcha la grabación en el GPS. Pues va a ser que la frase de la abuela de mi amigo hoy se me puede aplicar perfectamente. En fin, estos son los datos que tengo sobre la ruta.

  • Kilómetros: 124,59
  • Tiempo rodando: 5:06:11
  • Velocidad Media: 24,41 km/h
  • Velocidad Máxima: 66,20 km/h
  • Km en esta bici: 3.337 (957 este año)

A cuidarse
Javier Arias González

martes, 9 de marzo de 2010

Las Seis Tetas

¿Qué pasa "biciosos"?

Crónica que tiene el objetivo de ser breve. Veremos que es lo que sale.

Las Seis Tetas es una ruta regular del Pakefte, posiblemente la única ruta regular del Pakefte. Al parecer dice la tradición que se celebra justo el sábado del fin de semana antes de la Bilbao-Bilbao. Como su nombre indica en la ruta se suben seis (re)pechos: Chiloeches, Renera, Fuentelviejo, Valfermoso, Majadillas y Lupiana (aunque en el perfil se ve que son seis (re)pechos y medio).

Uno de los pakefteros definió la ruta de la siguiente manera: "es cicloturismo al estilo pakeftero autentico; la tradicion dice que cada uno tiene que atacar en un puerto, para alcanzar la gloria en solitario, menos Josu, que ataca en todos, y Adrian, que solo ataca si hay turrolate."

Al final nos presentamos siete elementos Josu, Jose, Diego, Buje, Juan, Pilar y yo.

Empezamos a rodar tranquilamente, pero es que en esta ruta apenas llevas dos kilómetros y empieza la primera teta, Chiloeches.

En esta subida no hay gran historia. Nada más empezar la subida Josu se adelanta al grupo y abre hueco. Yo pienso en saltar detrás de él pero alguien del pelotón dice "Javier cuéntanos algún gadget de Google" y entre pitos y flautas me lio a hablar de la capacidad de transcripción de YouTube y Josu corona la teta sin oposición alguna, se cumple la tradición, la primera teta siempre es de Josu.

Llueve, poco, soportable, pero llueve. Comienza un terreno favorable y luego la bajada.

Segunda teta, Renera. A la entrada de un pueblo me paro a mear. Cuando entro en el pueblo a con la intención de alcanzar el grupo me encuentro con Buje que se ha quedado a esperarme en un cruce para asegurarse que tomo el desvío correcto. Nos unimos al resto del grupo justo donde empezaba la subida. Estaban todos... menos Josu que ya había "atacado". Esta vez no dejo que nadie me pregunte nada y pongo ritmo de "a ver si le alcanzo". Desde el grupo me animan, pero yo contesto que ya me saca mucha ventaja.

Y es cierto. Josu pedalea en la lejanía de pie sobre la bicicleta. Yo sentado y con cadencia. Me suben las pulsaciones con rapidez, pero poco a poco, muy, pero que muy poco a poco, el hueco se va reduciendo. Cuando llegando a su altura las pulsaciones las tengo en 183 y veo que Josu me hace una señal de que le adelante. Le contesto que no, que yo tengo que recuperar. Bajo un piñón y me quedo a su rueda.

Lo cierto es que no mucho. Apenas me bajaron las pulsaciones a 177 noté como el ritmo no me convenía, podía ir más rápido. Meto un piñón más y vuelvo a recuperar el ritmo que tenía. Poco a poco voy dejando atrás a Josu. Pero tampoco mucho. Cada poco miraba hacia atrás por miedo a que de repente pegase un tirón y acabase adelantándome. Coronó muy poco tiempo detrás de mi.

Tercera teta, Fuentelviejo. Vamos todos en grupo y de repente, poco a poco, como quien no quiere la cosa Juan se sale del grupo y abre un pequeño hueco. Yo no estoy seguro de si estamos empezando ya la tercera subida, pero por si acaso aumento mi ritmo para llegar a su rueda. Siento a Josu tras de mi.

Nos juntamos los tres. Llegamos a un cruce y veo un cartel que ponte 1,9Km a Fuentelviejo. Pregunto a Juan y me confirma que es allí a donde vamos. ¡Bien! calculo que kilómetro marcará mi velocímetro cuando lleguemos ¡ya tengo una referencia de cuando falta!.

El ritmo no es muy alto, pero Juan se queda. Yo me pongo a rueda de Josu y dejo que el trabaje mientras yo tengo un ojo en el kilometraje.

Miro hacia atrás y veo que se nos acercan dos de amarillo (esos chubasqueros) creo que son Buje y Diego. Josu mantiene su ritmo y yo sigo a rueda.

Pasan los metros y ahora ya tengo tres cosas en las que fijarme. Lo que hace Josu, que mantiene su ritmo; el kilometraje, cada vez falta menos y a los de amarillo, que se están acercando.

Busco el momento adecuado y cuando veo donde se acaba la cuesta me levanto sobre la bici. Meto un par de piñones y lanzo un ataque.

Yo diría que Josu no me sigue, pero como la bici de carretera es agradecida y siento que puedo pues meto un par de piñones más y corono el primero, pero al final no hubo tanta ventaja.

Antes de la tercera teta viene el conocido como el llano tajuñero. Una zona en la que si hace viento se tiene que sufrir de lo lindo. Lo bueno es que hoy no lo hace por lo que se rueda bien.

Ha llegado el momento de organizar un relevo y discutimos cómo debe hacerse. Intentamos relevos cortos y relevos largos, pero no es que nos salgan muy bien. Este grupo es como el ejército de Pancho Villa, cada uno tiene un estilo diferente y nos cuesta acompasarnos. Habrá que seguir practicando.

Lo bueno de haber hecho relevos es que entre práctica y práctica se pasaron los kilómetros y sin darnos cuenta ya estábamos en la falda de la cuarta teta, Valfermoso.

Esta vez en cuanto noto las primeras rampas me pongo a ritmo. Siento que detrás de mi se situa Jose y pienso ¡Coño! que llevo carga de la dura. Menos mal que se apiada de mi y me deja irme. Estoy sólo y pienso. Mira tío la clave aquí es abrir un hueco lo suficientemente grande para que a nadie se le ocurra que va a poder alcanzarte; aprieta ahora al principio. Y yo, voy y aprieto.


La subida a Valfermoso es preciosa. Prácticamente abajo se ve toda la subida y lo tienes fácil para calcular lo que te queda. Yo ruedo confiado, pero mis pulsaciones están muy altas, entre 181 y 184, esto se va a hacer duro.

Por si fuera poco miro para atrás y veo a tres de amarillo. Jose, Buje y Diego que suben charlando tranquilamente. Veo el hueco que tienen y enseguida me doy cuenta que si se organizan me cojen seguro. Intento aumentar el ritmo, pero no me sale muy bien; digamos que consigo mantener el ritmo que llevaba y no es poco considerando que ya iba al límite.

Con este panorama discurren unos dos o tres kilómetros. Yo noto que ya no voy. Estoy cansado, y tengo que bajar piñones porque las piernas ya no pueden con ese ritmo. Miro para atrás constantemente y aunque todavía hay distancia en todo momento tengo la sensación de que si dejan de hablar entre ellos me alcanzan en un periquete. Uff! Que largo se me está haciendo esto...

Ultima curva y ya veo la cima. Me pongo de pie sobre la bici, pero casi instantáneamente me vuelvo a sentar, no puedo ya ni con mi alma. Por suerte para mi el cálculo comparativo de la distancia que me queda y el hueco que les saco a los de amarillo me dice que llegaré yo primero. Me relajo un poquito y cuando llego a la entrada del pueblo me paro a tomar aire y a esperar a los demás.

Llegan me adelantan y alguien comentan, tío pero si no has coronado. ¡Anda, pues es verdad! Me consuelo pensando que la victoria moral es mía, pero lo que realmente quiero ahora es parar a tomar algo. Estoy muerto.

Pillamos el bar del pueblo sucio después de una fiesta la noche anterior y vacio en sus estanterías. Yo me tomo un café con leche en vaso y dos barritas dos para recuperar un poco. Todavía quedan 35 kilómetros que incluyen dos tetas y media.

Pilar y Juan empiezan la bajada antes que los demás. El resto del pelotón hacemos la bajada tranquilamente.

Quinta teta, Majadillas. Ni rastro de Pilar y Juan que van por delante. El resto del pelotón sube agrupado manteniendo una conversación animada sobre límites de velocidad para los coches. Casi sin darnos cuenta coronamos. Seguimos sin ver ni a Juan ni a Pilar. La tradición dice que este es el puerto de Juan, pero luego me entero de que ha sido Pilar la que ha coronado primera. Bravo por ella.

Bajada tranquila y en el terreno entre-tetas el grupo se queda dividido. Un grupo por delante con Juan, Pilar, Josu y Jose y un grupo por detrás con Diego, Buje y yo mismo.

Llegamos al pie de la sexta teta, Lupiana. A lo lejos vemos al grupo que va en cabeza, Jose ha saltado del grupo y va en cabeza en solitario. Hay mucho hueco, pero que carajo voy a intentar cojerle. Se lo digo a mis compañeros de grupo, se rien y me mandan recuerdos para los de alante.

Yo pongo un ritmo lo más alto posible; me pongo al límite. 182, 183, 185 las pulsaciones por todo lo alto. Menuda juerga de día estaría pensando mi corazón.

No tardo mucho en alcanzar a Juan, Josu y Pilar. Le pregunto a Juan cuanto queda y me dice que unos dos kilómetros. Miro el hueco que me saca Jose y pienso que tengo posibilidades. Sigo a mi ritmo mientras oigo a Juan que me advierte de que el puerto es más duro de lo que parece y que Jose me va a esperar para luego dejarme tirar. Creo que le contesté que ya lo sabía, pero con lo asfixiado que iba me temo que todo se quedó en una exhalación para el cuello de mi chaqueta.

El caso es que para mis adentros pensé que si Jose dejaba que yo le alcanzase podría tener alguna posibilidad de robarle la cumbre. Todo era cuestión de hacer que el hueco disminuyese lo suficiente para que él pensase que lo mejor era esperarme.

Claro que la teoría es perfecta, pero por más que pedaleaba a un ritmo endiablado el hueco no se reducía.

Yo insistía con la cabezonería de los desesperados, pero era evidente que la estrategia no estaba funcionando. Jose no había picado. El seguía subiendo a su ritmo y como luego me contó incluso en las últimas rampas subió un par de piñones para apretar un poco más.

Cuando nos juntamos yo ya había calculado que no le había podido recortar nada. Yo diría que llegó arriba con el mismo hueco por delante de mi que tenía cuando salí en su persecución. Aun así esta es la subida que más me gustó. Me había esforzado de lo lindo. Había mantenido un ritmo de pulsaciones endiablado y el cuerpo había reaccionado bien. Estaba muy satisfecho. Eso si, había quedado claro una vez más que "mi arrogancia extendía cheques que mis piernas no podían pagar".

El resto de la ruta fue muy tranquilo, y eso que en la media teta (que no puntúa) hubo un amago, pudiera ser que involuntario, por parte de Josu con la consiguiente respuesta mía, ésta totalmente voluntaria. El grupo se mantuvo unido el resto del camino y dimos por terminados los juegos.

En definitiva una magnífica ruta. Muy entretenida en la que practiqué un poco de todo. El despistarse de la primera teta, la remontada de la segunda, el ataque a traición de la tercera, la arrancada desde la base de la cuarta, el relax de la quinta, la machada infructuosa de la sexta e incluso el amago en la media teta. Todo en magnífica compañía.

El año que viene repito...

Con la bici de montaña.

Os dejo el mapa de la ruta:


View Bici-20100307-Las Seis Tetas in a larger map

El perfil:
Y los números de la ruta:
  • Kilómetros: 102,81
  • Desnivel acumulado: 1.511
  • Tiempo rodando: 4:40:55
  • Velocidad media: 21,9 km/h
  • Velocidad máxima: 52,50 km/h
  • Km de la bici: 464
  • Pulsaciones medias: 142
  • Pulsaciones máximas: 188
  • Calorías consumidas: 3.721

A cuidarse
Javier Arias González

domingo, 28 de febrero de 2010

Desde casa a Carabaña, ida y vuelta

¿Qué pasa "biciososos"?

Aviso 1: Léase esta crónica en tono jocoso o si no, no se lea

Aviso 2: Los hechos de esta crónica han sido convenientemente exagerados para que ésta tenga sentido

Aviso 3: Si no pillas el humor de alguno de los chistes no te preocupes; yo acabo de releer la crónica y algunos tampoco los he entendido; pero me daba pereza quitarlos.


********************

La cita era a las 8 de la mañana en Legazpi. El día después de la tormenta "ferpecta", vientos huracanados y esas cosas.

A las 6:52 me llega un SMS de Antonio que dice "Paso de huracanes. No voy". Cuando lo vi casi me vuelvo a la cama. El viento había soplado a conciencia durante toda la noche y prometía un día de bici "eólico". Todavía no se porqué pero decidí seguir a lo mío y salir de todas maneras.

A las 8 estaba en Legazpi por eso de comprobar si alguien más se había animado y por allí se presentó Roberto.

Roberto es el ciclista que en la crónica del 200 de Vicálvaro quedó descrito como "un ciclista (tampoco recuerdo su nombre) que rodaba en una reclinada hand made a partir de una btwin del Decathlon". Os pongo una foto para que os hagáis una idea.

La ruta sería cosa de dos. Un señor, con toda su barba, en bicicleta rara y yo en bici de montaña. ¡Vaya pareja!

El plan que yo había propuesto era una ruta estándar de Madrid a "San Marting" y luego vía verde del Tajuña. ¿Hasta dónde llegaríamos? Hasta donde nos diese tiempo. El plan era estar a las 13:30 en casa. Roberto también había propuesto un plan, pero después de comparar pros y contras nos decidimos por el mío. Nos permitía ajustar la distancia del recorrido en función del viento más fácilmente.

Va que nos podemos a rodar y apenas llevamos un par de kilómetros, todavía estábamos en la calle Antonio López, al ponernos en marcha, pongo fuerza en la pedalada y se rompe la cadena.

Yo sé que tengo fuerza en las piernas, pero esto no para tanto ¿no?

El caso es que yo sabía que esto podía pasar. Tengo una lista larga de circunstancias y disculpas que me justifican (o eso me digo yo para poder vivir conmigo mismo) pero el caso es que hacía quince días había lavado la bici en una gasolinera, con una pistola a presión y desde entonces la bici había dormido el sueño de los justos en el trastero. ¡Sin una gota de aceite en la cadena!

Fascinado como he estado (¿sigo estándolo?) con mi nueva bici, de carretera, la bici de montaña decidió vengarse y romper la cadena para hacerse notar.

Reparé la cadena con rapidez y precisión. Y aunque no quedó engrasada, el quitar un eslabón le vino muy bien. Ni un problema más en toda la ruta.

La cosa no se dio del todo mal. El viento soplaba de culo y eso hacía que rodásemos rápidos.

La subida a la Marañosa muy bien. Buen ritmo, pero sin matarse. Nos adelantó un ciclista en bici de montaña y va el tío y se queda a unos metros por delante de nosotros.

Vamos a ver tío. Si adelantas a alguien le adelantas y le dejas atrás. Si le adelantas y que quedas a unos metros pues eres una tentación.

De todas maneras como yo a Roberto no le conocía mucho me corté bastante. Yo seguí subiendo al ritmo que nos habíamos marcado conteniendo las ganas de saltar a por el imprudente.

Van pasando los metros poco a poco y la cosa no cambia. A mi, para que negarlo, me está empezando a salir el instinto competitivo y me cuesta contenerme. Doy un par de tirones, pero me contengo. Seguimos a pocos metros del ciclista.

Siguen pasando los metros y yo ya no puedo más. ¡Si es que esto no se puede aguantar!. ¡Vamos provocando... y claro, tenía que pasar!. ¡Que uno no es de piedra!. Como quien no quiere la cosa, guardando la compostura para que Roberto no tenga mala opinión de mi, hago un pequeño cambio de ritmo para alcanzar al ciclista. Gano terreno rápidamente y me pongo a su rueda. Deben de quedar 300 metros hasta la cima de la Marañosa.

Total, que me pongo a su rueda. Sin pedir permiso ni nada. El tío va y mira para atrás y no dice nada. Yo tampoco. Veo que no aumenta el ritmo y yo me quedo a su rueda. Pasan unos pocos metros y yo me siento bien y el tío sigue sin aumentar el ritmo.

¡Bah! Clase teórica. Decido unilateralmente que soy más fuerte que él, pero que no le adelanto para no quedar mal con Roberto que todavía no me conoce. Me dejo caer unos metros para volver a ponerme en paralelo con Roberto. ¡Uno cero y Zamora de portero!

Desde "San Marting" hasta Vallekillas el viento daba de espalda pero bien. Rodábamos a 33 km/h y sin esfuerzo. Como los profesionales. Claro que ya veríamos a la vuelta.

Paradita fisiológica (esta era la segunda) antes de la rotonda de Vallekillas y a subir que se ha dicho.

Al comienzo de la subida me dice Roberto. "Tu tira si quieres, que yo te alcanzo en la bajada". Yo le contesto en plan Jose Mota "Vamos a nuestro ritmo y luego yo ya si ya yo, y eso...". Que todavía hay que volver (eso lo pensé, pero no lo dije).

Coronamos Vallekillas y bajamos como balas. La velocidad más alta de todo el día fue en ese descenso. Eso de que el viento de de culo se nota.

A la entrada de Morata tuvimos un pequeño susto. A Roberto se le atascó la cadena y su bici se fue contra el guarda raíl. Un golpe en el costado de la pierna. Pero aparentemente nada serio.

Tomamos el carril del Tajuña y a rodar. Que sopla el viento. Un poco antes de Tielmes tomamos referencia para comparar con la vuelta. Rodábamos a 35 km/h y podíamos conversar. Madre mía que miedo da la vuelta. Nos acordamos de Antonio y nos dijimos que tampoco hacía tanto viento (lo que implica que nos estábamos diciendo que éramos unos campeones) y que se había perdido un magnífico día de ciclismo. Para mi que fue para conjurar nuestros miedos.

Hicimos un re-cálculo de tiempos y estimaciones y acabamos decidiendo que la parada sería en Carabaña. Eso no dejaría la ruta en unos 120km, pero así podíamos asegurar que a las 13:30 estaríamos en casa. Al menos yo.

En Carabaña, foto, café y bizcocho de nueces y naranja hecho por Roberto que preferí a una barrita energética.


Nos ponemos en marcha. Son las 11:00, tengo dos horas y media para llegar a casa. ¡Sobrados!

Al poco comentario entre la pareja. Pues tampoco hace tanto viento.

Un poco más tarde pensamiento del que escribe. Pues hombre algo si que sopla.

Pasamos por el punto de control ahora rodamos a 25 km/h, ¿conversamos? si, algo, pero las pulsaciones van altas. Se nota la diferencia.

Ahora tenemos más tráfico de ciclistas que vienen de frente. Y es un problema. Yo ruedo paralelo a Roberto, a su izquierda; por lo que me toca negociar con ellos el cómo nos cruzamos. El caso es que todos ellos se quedan tan sorprendidos con la bici de Roberto que no me prestan atención y al final soy siempre yo el que se va apartando. Si, ya se que por mi posición en el carril debo ser siempre yo, pero si Roberto fuese en una bici normal y echándole yo un poco de cara alguna que otra vez es el que viene de frente el que se aparta ¿no?. ¡Además! Me siento un poco celoso, me quita protagonismo.

El caso es que seguimos rodando bastante rápido y claro llegamos a Morata en un santiamén. Son las 12:00. Vamos un poco justos. 1:30 es lo que tardo en un día normal y hoy tendremos viento de cara. No nos pongamos nerviosos ...

La subida a Vallekillas bien (según mi ranking personal). No pasé de 170 pulsaciones y subíamos a buen ritmo. No me acuerdo del viento. Para mi que no hacía.

Bajada de Vallekillas. Pues si que hace viento porque la bici no corre. 55 km/h de velocidad máxima y eso que me puse agachado en plan profesional sobre la bicicleta.

Llano desde Vallekillas a "San Marting" (¿Cuenta esto como parte del llano Argandiano?. El viento si que sopla de cara. Aun así nos estamos dando cera y rodamos rápido.

A las 12:30 llegamos a la rotonda de la estación de tren y tomamos el carril bici. Tengo una hora para llegar a casa. Vamos muy justos. ¿Nos ponemos nerviosos? Venga no. Estamos rodando rápido.

Nada más tomar el carril bici lo comentamos. Como se nota que estamos en hora punta. Había muchísimos ciclistas. Todos menos Antonio. Y nosotros los adelantábamos a todos. Daba igual que fuesen en bicicleta de montaña o de carretera, los pasábamos a toda leche.

Un inciso. No me acuerdo de cuando fue, pero acabo de acordarme ahora y quiero contarlo para que no se me olvide. En algún momento de la ruta (y yo creo que fue en dos o tres ocasiones) comentamos que nos gustaba rodar a buen ritmo, Roberto mencionó entre un 70 y un 90% de las pulsaciones máximas (¡Que profesional!, y yo también que le entendí).

Pues como a los dos nos gustaba rodábamos a buen ritmo Marañosa arriba.

Para situarnos que esto tiene miga. Estamos en el km 14 aproximadamente. Llevamos un kilómetro de subida y quedan tres.

De repente van tres tíos en bici de carretera y nos adelantan. No muy fuerte, saludando con educación, pero nos adelantan, eso esta claro. Un adelantamiento en toda regla.

El caso es que se me pasa un pensamiento y creo recordar que a estos tres les habíamos adelantado nosotros, también saludando con educación, hace como dos kilómetros.

Yo no pensé mal, que conste. En ningún momento pensé que aquí había pique ni nada. No, no. Incluso lo asumí con normalidad. Te adelantan, pues te adelantan. Tampoco pasa nada.

Lo que pasa es que, como había tanto tráfico, unos pocos metros después de habernos adelantado tuvieron que reducir la velocidad para ponerse detrás de unos ciclistas que iban más lentos y así dejar pasar a otros ciclistas que bajaban. ¡Coño! pues les volvimos a alcanzar. Lo normal ¿no?

Pero nada oye. Todo normal. Ellos adelantan a los que iban más lentos. Y nosotros también. Ellos incrementan el ritmo y nosotros también. Miro para atrás y veo que Roberto no se mete en la refriega. El es un hombre de paz. Yo ya que estaba a rueda ... le indico a Roberto, con un gesto que no se si el entendió, que subiré con ellos.

El caso es que los tíos van rápido. Adelantamos a todo el mundo, pero ahora más rápido que antes. El que va el último mira para atrás y confirma que voy pegado a su rueda. No detecto un gesto hostil y yo bastante tengo con seguir el ritmo.

Veo la señal del kilómetro trece. Miro el pulsómetro y bien. llevo 171 pulsaciones por minuto. Estoy hecho un campeón, con los kilómetros que llevo en las piernas, subiendo a este ritmo y "sólo" llevo 171 pulsaciones. ¡Que machote!

Vuelvo a mirar las pulsaciones, para regodearme y vaya. Que son 177. Que he confundido el último 7 con un uno. ¡Que genio!. Pues la cosa ya no pinta tan bien. Si me quedan dos kilómetros y mi máximo teórico está en 179 eso significa que no voy a aguantar mucho.

¿Sabes que te digo? Que yo sigo. Si luego no puedo pues ya si eso voy más despacio y me justifico pensando que estoy esperando a Roberto. Pero de momento yo sigo a rueda a ver que pasa.

Llegamos al kilómetro 12 y mis pulsaciones ya van a 182. Me acuerdo de que el cardiólogo me había dicho hace tiempo, cuando le pregunté por los máximos de pulsaciones y esas cosas importantes de la vida, que el cuerpo es muy sabio y que yo tire que si me paso de mi máximo el cuerpo me obligará a parar. Pues oye, con permiso médico a rueda.

Yo se que detrás de esa curva el viento va a dar de cara. Y lo va a dar fuerte. Me pego más, si es que eso es posible, al ciclista que me precede.

Llegamos a la parte más dura.

Atención. El ciclista que rueda en el segundo puesto cede. Se abre un hueco entre el primero y el segundo.

Que nervios, que nervios.

El que rueda el tercero se echa a la izquierda. Y yo también.

El que rueda el tercero adelanta al que rueda al segundo. Y yo también.

El que rueda el tercero alcanza al que rueda al primero. Y yo también.

Miro el pulsómetro y dice que 188. Me entra la duda de si mi cardiólogo fue a clase el día que se explico que eran y como funcionaban las pulsaciones máximas. Pero oye, ya liados ...

Ya estamos en la recta final. Ya se ve el "premio de la montaña". Llegó el momento.

Me pongo de pie sobre la bici. Y lanzo mi "ataque".

En el momento de adelantar a los ciclistas hice un alarde de educación y dije (verídico) "Perdón. voy a sprintar que yo quiero probarme". Humilde, pero educado.

Llego al alto de la Marañosa. A toda leche me echo a la izquierda para poder parar sin que me atropellen los que vienen detrás. Derrapo con la bici al frenar.

Miro el pulsómetro y dice que 192, lo que le quita mérito a todo este asunto porque sólo puede significar que el pulsómetro no marca bien.

En menos de dos minutos llega Roberto.

En la cumbre de la Marañosa nos adelanta un grupo de "pros" y se monta una de la leche. Un momento estresante. Ciclistas de frente. Un grupo adelantando. Nosotros rodando rápido. Por fortuna no pasó nada.

Rodamos el resto del carril bici a un ritmo realmente rápido. Con la justificación de que a los dos nos gusta rodar rápido pues venga, gusto al cuerpo.

Llegamos al cruza de la calle Rosales con la Avda de Andalucía y nos separamos quedando yo con la mitad de la frase en la boca. Buen rollo.

Miro el reloj y leches. Las 13:20. Tengo 10 minutos para llegar a casa. Me quedan casi cuatro kilómetros. Hay semáforos por lo que tendré que apretar si quiero llegar a tiempo.

Cada salida de semáforo un sprint. La subida por Rafaela Ybarra a 27 km/h. ¡Dándolo todo!

Cuando abría la puerta del portal mi reloj marcaba las 13:30 exactas. Dos veces en dos salidas. Estoy jugando con fuego y un día de estos me voy a quemar.

Os pongo los perfiles.

De casa a Carabaña:

Y de Carabaña a casa:
Y los números de la ruta (según el GPS):
  • Kilómetros: 120,8
  • Desnivel acumulado: 938
  • Tiempo rodando: 4:41
  • Velocidad media: 25,69 km/h
  • Velocidad máxima: 65,43 km/h
  • Km de la bici: 3048
  • Pulsaciones medias: 144
  • Pulsaciones máximas: 192
  • Calorías consumidas: 3.856
A cuidarse
Javier Arias González